
Lázaro Cárdenas/Zihuatanejo.- El llamado llegó desde el mar, como suelen llegar las malas noticias, entrecortado por la radio, con la voz tensa de pescadores que no buscaban peces sino respuestas. A tres millas náuticas frente a la zona hotelera de Ixtapa Zihuatanejo, el oleaje mecía algo que no pertenecía al paisaje azul. Era un cuerpo humano, ya vencido por el tiempo y la sal.
Los elementos de la Armada de México zarparon de inmediato. Al aproximarse, confirmaron lo inevitable, una persona sin vida flotaba en el agua, en avanzado estado de descomposición. El mar, ese mismo que semanas atrás fue escenario de un acto de valentía, ahora devolvía un silencio pesado. El cuerpo fue asegurado y trasladado al muelle principal, donde personal del Servicio Médico Forense ya aguardaba, con la sobriedad que exigen las tragedias repetidas.
Pronto, los murmullos comenzaron a tomar forma. De manera extraoficial, las características coincidían con las de un adolescente de 16 años, desaparecido desde finales de noviembre en Playa Jardín, en el puerto de Lázaro Cárdenas, Michoacán. Su nombre: Jesús M., estudiante del CETIS 34. El mismo joven que, según testigos, no dudó ni un segundo en lanzarse al mar para rescatar a su amiga cuando las corrientes comenzaron a arrastrarla.

Aquella tarde del 22 de noviembre, el mar parecía tranquilo, pero traicionero. Evelyn H. ingresó al agua y pronto perdió estabilidad; el oleaje la superó. Jesús corrió, se metió al mar y logró lo imposible, acercarla a la orilla y ponerla a salvo. Ella salió con vida. Él no. La corriente lo tomó como rehén y lo perdió entre las olas ante la mirada impotente de bañistas, rescatistas y amigos.
Durante las primeras 24 horas, la esperanza sostuvo a todos. Guardia Civil, Protección Civil, Secretaría de Marina, pescadores y voluntarios desplegaron un operativo sin descanso. Drones surcaron el cielo, embarcaciones peinaron la costa, y ojos cansados buscaron una señal entre la espuma. Los días pasaron. La búsqueda se extendió de Michoacán hacia Guerrero. El mar guardó silencio.
Hasta ahora.
Especialistas señalan que las corrientes del Pacífico pueden arrastrar cuerpos cientos de kilómetros, sin rumbo aparente, hasta devolverlos lejos del punto donde todo comenzó. Por eso, el hallazgo en Ixtapa no resulta imposible, aunque sí devastador. Serán los peritos y forenses quienes determinen con precisión la identidad, las causas y el tiempo del deceso. La confirmación oficial aún está pendiente, y con ella, el golpe final para una familia y una comunidad entera.
Mientras tanto, en Lázaro Cárdenas, el nombre de Jesús sigue pronunciándose con respeto. No como una cifra más en la estadística de accidentes marítimos, sino como el de un joven que eligió salvar a alguien más, aun cuando el precio fuera su propia vida. El mar no avisa, no perdona, pero a veces, solo a veces, devuelve historias que merecen ser contadas.





