EL DERECHO A LA CIUDAD
¿Y mi Sana Distancia?
Salvador García Espinosa
Se nos hizo saber a través de un bombardeo publicitario que deberíamos de mantener una Sana Distancia, para evitar la propagación del virus, se argumentaron criterios médicos para determinar que deberíamos de mantener una sana distancia al menos a 1.5 o 2 metros de cualquier otra persona. Pues el virus Covid-19 no se transmitía por el viento, que era un virus “grande y pesado” por lo tanto, con evitar el contacto entre personas, se disminuiría su propagación. Ahora después de La recomendación fue mantenernos. Una distancia seguramente optima en términos del virus, pero y ¿para las personas, cuál es la distancia optima que nos garantiza salud física, emocional y mental?
Una pregunta similar, pero en contextos totalmente distintos, la realizó en 1963, el antropólogo estadounidense Edward Twitchell Hall, para dar respuesta, analiza el comportamiento de innumerables especies a partir de lo que Heidiger denomino “espacio personal” como aquel espacio normal que los animales de no contacto mantienen entre si mismo y sus congéneres. Se trata de un ámpula invisible que rodea a los organismos y fuera de ella, dos organismos no están tan íntimamente relacionados como cuando sus ámpulas se traslapan.
Edward identifica como “distancia social” a la distancia en que un animal perderá contacto con su grupo, o sea la distancia a la que ella no pueden ver, oír u oler el grupo, y se trata de una distancia más bien psicológica; si la traspasa, el animal empieza a ponerse visiblemente nervioso. El antropólogo lo define como un vínculo oculto que une al grupo. Esta distancia no es rígida y cambia de acuerdo a las diferentes situaciones, por lo que una de las mayores aportaciones del estudio realizado se deriva del análisis de la modificación de la dimensión espacio-temporal de acuerdo a los contextos culturales de cada sociedad.
El estudio se fundamenta en un análisis pormenorizado de como percibimos nuestro entorno a través de nuestros sentidos, por ejemplo, el sentido de la vista resulta ser mil veces más efectivo como fuente de información que el oído. El espacio delimitado por el oído puede abarcar con alta eficacia un entorno de hasta 6 metros y hasta de 30 metros, cuando la comunicación auditiva se desarrolla en un solo sentido. Mientras que el ojo recoge una cantidad extraordinaria de información en un radio cercano a 100 metros de distancia y hasta 1.5 kilómetros, por esta razón es por lo que aprendemos a distinguir (sin saber que lo hacemos), lo que vemos y lo que simplemente percibimos, así se distingue entre “campo visual” compuesto por formas luminosas que cambian constantemente y que la retina registra y un “mundo visual”. Sin embargo, el olfato es una fuente de información, pues el olor evoca recuerdos mucho más profundos que los evocados por la visión y el sonido.
La aportación más relevante de Hall, fue acuñar el concepto de proxémia para definir como las dimensiones métricas que se definen con base en la antropometría, más aún, las consideradas como mínimas, resultan insuficientes y disfuncionales. Para esto, llega a identificar cuatro distancias que todos nosotros como individuos tenemos y que nos permiten establecer distintos niveles de interacción con quienes nos rodean.
Distancia intima, Es aquella en la que predomina el contacto físico (afectivo o agresivo) se privilegia el olfato y la sensación de calor radiante percibido a través de la piel, su ámbito se desarrolla en una distancia que va de los 15 a los 45 centímetros. Corresponde a la distancia en la que se encuentran sólo la pareja, los hijos o padre, aquellas personas con las que tenemos una relación estreche e intima. En contextos de alta densidad las personas “ceden” su tolerancia en situaciones específicas, como el transporte público o un elevador, para “permitir” que desconocidos invadan su espacio intimo.
Distancia personal, que se desarrolla de los 45 centímetros hasta 1.2 metros, se refiere a la zona en proximidad cenestésica, todo lo que esta a “la distancia del brazo”, es la distancia a la que se tratan los asuntos de interés personal. Cuando inicia el ciclo escolar mis alumnos se distribuyen ocupando un restirador cada uno, pero al final del semestre, cuando ya han desarrollado lazos de amistad, su distribución es de 4 o 5 en cada restirador, es decir, admiten en su “espacio personal” individuos que meses atrás eran desconocidos.
Distancia social, comprende de 1.2 metros a 3.5 metros y corresponde a la distancia en la que tratan los asuntos impersonales, la distancia que mantenemos con la gente con la que trabajamos. Un caso común, es como en una comida de negocios dos personas pueden ocupar el espacio destinado a 4 o 5 personas, pues el no conocerse los obliga voluntariamente a mantener mayor distancia que si fuera una comida de dos buenos amigos. Si acudiéramos al cine y solo hubiera otra persona más en la sala y se sentará justo detrás de nosotros, sentiríamos una incomodidad por la “invasión del espacio” habiendo más butacas vacías, pero eso no ocurre cuando la sala se encuentra totalmente llena.
La Distancia pública, corresponde a un rango de 3.5 a 7.5 metros, la voz utilizada debe ser alta, incluso hay una selección de las palabras, pues se usan frases cortas y muy concretas para entablar comunicación, pero se pierden los detalles del rostro de aquellas personas que nos son visibles. Es la distancia en la que podemos identificar una amenaza o un refugio. La distancia que mantenemos ante situaciones desconocidas de riesgo o potencial amenaza.
Todo lo anterior, ahora que nos mantenemos en casa, nos debe permitir identificar porque la invasión al “espacio personal” puede considerarse por algunos miembros de la familia como una invasión a su privacidad, hasta llegar a ser motivo de intranquilidad, enfado, molestia e incluso depresión. En aras de procurar una mejora de las condiciones actuales, se pueden extraer del extenso estudio de Hall, algunas sencillas recomendaciones, que bien valdría la pena poner en práctica:
- Cuando platique con otro miembro de la familia, procure hacerlo en voz baja, para no interrumpir a los demás que se encuentren cerca, pues muchas veces no desean ser incluidos en la charla, pero se les incluye involuntariamente al estar escuchando conversaciones en las que no participan.
- Retire temporalmente muebles que no sean indispensables como mesas, macetas, sillas, adornos con la finalidad de dejar más espacio libre y no solo el mínimo para circular, entre más vacíos se encuentren los espacios más libertad de movimiento otorgan.
- En espacios reducidos coloque sillones o sillas “respaldo con respaldo” para que aún y cuando se encuentren en el mismo lugar dos personas, no estén forzadas a estarse viendo.
- Procure abrir cortinas o persianas y libere obstáculos como muebles o adornos de las ventanas, con la finalidad de que amplíen las vistas desde el interior de la vivienda al exterior de la calle o jardín.
- Respete cuando algún miembro de la familia desee aislarse y disfrutar el estar solo. Incluso puede establecer tiempos para que se disponga de un espacio de la casa en privacidad y ayudaría mucho contribuir al aislamiento para que no sea solo visual, sino auditivo, evitando ruidos e interrupciones por el tiempo pactado.
Finalmente, lo expuesto sustenta la relevancia que tiene el hecho de que los miembros de cada familia se preocupen por conocer cual es la sana distancia que requiere cada uno de sus integrantes y contribuir entre todos, a mantenerla y mejorarla, pues de ella depende, en gran medida, nuestra armonía, seguridad y tranquilidad individual. salgaes1@gmail.com