#VIDEO | La extrovertida expedición para ultra ricos, pagar 250.000 dólares para bajar a ver los restos del Titanic .

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El turismo de lujo lleva años buscando sus límites y el Titanic se había convertido en la última barrera. Pero el accidente ocurrido junto al pecio muestra las dudas sobre cómo funciona actualmente el negocio.

En noviembre de 2022, el periodista David Pogue, del medio estadounidense CBS, publicaba la crónica del que había sido su último viaje. No era un tour más, Pogue se había convertido en uno de los pocos afortunados visitantes del pecio del Titanic, pese a no ser científico. Se había sumado al selecto grupo, junto a sus dos compañeros de inmersión, un supermillonario indio y una banquera mexicana que, decía, llevaba 30 años ahorrando para poder pagar el viaje. En el artículo, todos le cuentan su experiencia, mientras él enumera cada detalle del viaje y todos sus problemas. Pogue no lo sabía, pero su crónica acabaría siendo un prefacio de uno de los incidentes más llamativos de los últimos años y un ejemplo de la locura que vive el mundo del turismo de ultrarricos.

El artículo de la CBS, junto al vídeo grabado por el youtuber mexicano Alan Estrada, es el documento más detallado sobre la experiencia del viaje en el Titan, el sumergible gestionado por la compañía OceanGate Expeditions y que a día de hoy se busca en las profundidades del Atlántico Norte junto a los cinco tripulantes que iban dentro. Lo cierto es que Pogue ya hablaba del riesgo en su artículo, y también OceanGate: “No voy a mentir; estaba un poco nervioso, especialmente tras ver el papeleo, que decía: ‘Este buque experimental no ha sido aprobado ni certificado por ningún organismo regulador y podría provocar lesiones físicas, traumas emocionales o la muerte”. Pese a esos avisos, no han sido pocos los millonarios que han pagado los cerca de 250.000 dólares del pasaje para poder vivir la experiencia y la gran aventura.

Stockton Rush, director general de OceanGate, prefería quitar importancia al tipo de clientes que optaban por sumarse a sus misiones en el mismo artículo. “Tenemos clientes que son entusiastas del Titanic, a los que nos referimos como titaniacs“, contaba Rush. “Hemos tenido personas que han hipotecado su casa para venir a hacer el viaje. Y tenemos personas que no se lo piensan dos veces antes de hacer un viaje de este costo. Teníamos un señor que había ganado la lotería”. Fueran fans del Titanic o no, lo cierto es que este caso es difícil de entender si no se encuadra en el crecimiento del turismo de superlujo y cómo las aventuras extremas se han colado de lleno en este mundo. De ascensos masivos al Everest a carreras en el desierto o viajes al espacio, lo cierto es que lo de pagar un dineral por jugarse la vida en una experiencia extrema es normal en este entorno.

El tour del Titanic se colocó como la superación de la última barrera. Pese a lo espectacular de los viajes espaciales, lo cierto es que hay muchos menos humanos que conozcan el fondo marino que el espacio, y eso es un caramelo demasiado atractivo. OceanGate es la empresa que ha liderado esta nueva experiencia, empezando con los viajes en 2021. Otras compañías han intentado colarse en un mercado que une experiencia única con visita a uno de los lugares más míticos del planeta. El cómo se vea el Titanic es algo menor visto lo ocurrido con Titan. Con ventanas minúsculas, un sumergible algo precario y poco espacio, el objetivo es estar allí.

En el caso de The Luminaire, la propia organización tiene una fundación que financia el cuidado de monumentos y espacios. Además, tiene acuerdos con instituciones como el Naturalis Biodiversity Center, encargado de la búsqueda de fósiles en Wyoming, a los que dan el 30% de lo que la compañía paga por los viajes. En el de OceanGate, la misma compañía que organiza los tours también lleva a decenas de expertos a bordo que hacen ciencia y estudian el pecio. Según relataba Rush en 2022, ni siquiera les sale rentable el tour, porque gastan un millón de dólares solo en gasolina.

Un nuevo tipo de filántropos que generan dudas en la comunidad científica. Mientras hay quien defiende esta forma de mostrar la ciencia e incluso hacerla más atractiva y acercar a las personas con dinero, hay otros tantos que piensan que solo es un paso más en la masificación del turismo y la generalización del ‘turismo de trofeos’. Así lo denominaba Peter Burns, profesor de turismo y desarrollo internacional en la Universidad de Brighton, en un artículo de The Guardian en 2008. “La realidad es que el turismo extremo son aventuras para los ricos y la élite”.