Había estado lloviendo sin cesar, pero la celebración, como es habitual, continuó. En ese sentido, Fernando Robleño tuvo una actuación excelente con los toros bravos y José Garrido resultó gravemente herido con la corrida de Adolfo Martín, cuyos cuernos eran muy descarados.
El sexto toro era el último intento de Román, quien tuvo un buen San Isidro, pero no tuvo suerte.
La enormidad de ese toro de cuernos ya de salida hizo un primer intento de toparse contra las tablas, pero cuando el matador salió a pararlo cogió carrerilla para tomar impulso y protagonizar otra de las anécdotas de la tarde, por suerte sin consecuencias que lamentar.
Lo cierto es que el sexto ejemplar de Adolfo Martín saltó al callejón de manera limpia. El susto de los que estaban allí no debió ser pequeño, pero no hubo cogidos.
El toro acabó por ser devuelto y sustituido por otro de Pallarés, que no le dio la menor opción.