“Remesas, más que dependencia económica”; el análisis del Dr. Salvador García Espinosa

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El Derecho a la Ciudad

REMESAS, MÁS QUE DEPENDENCIA ECONÓMICA

Salvador García Espinosa

En el primer trimestre de este año, el monto de las remesas enviadas por trabajadores mexicanos desde los Estados Unidos, superó todas las expectativas al llegar a 4 mil 152 millones de dólares, equivalentes a poco más de 83 mil millones de pesos, con lo que se llegó a un nuevo máximo histórico. Se convirtió en el principal ingreso, por encima de las exportaciones de petróleo o los ingresos generados por el turismo. Durante el año pasado ingresaron vía remesas 40, 606 millones de dólares, equivalentes al 3.8% del Producto Interno Bruto. En este contexto conviene reflexionar sobre algunos aspectos relacionados con las remesas.

Lo primero es dimensionar lo que representan las remesas, hay que señalar que lo recibido el año pasado equivale a más de 875,000 millones de pesos, es decir poco más de lo presupuestado para las Secretarias de Educación Pública, Secretaría de Salud, Secretaría del Trabajo y Previsión Social, Secretaría del Bienestar Social y la de Cultura, en su conjunto.

En el ámbito doméstico, de acuerdo con el Banco de México, existe en el País 1.8 millones de hogares que reciben remesas y en promedio el monto recibido por hogar fue de 339 dólares durante el año pasado. En el caso de Michoacán, el porcentaje de viviendas en las que se reciben remesas es del 9.33 % casi tres veces más que el promedio nacional, en los últimos 15 años se ubicó como la entidad que mayor cantidad de remesas captaba a nivel nacional, por encima del 13% del total que ingresaba por esta vía al País. El año pasado, por primera vez, Michoacán fue desplazado y Jalisco se ubico como el principal receptor de remesas.

Irónicamente, cuando aquí en México la pandemia generó desempleo y menor generación de recursos, las remesas se incrementaros, en buena medida, por la rápida recuperación de la economía de Estados Unidos y los fuertes estímulos fiscales y de apoyo a través de transferencias monetarias directas a las familias, que se realizaron por motivo de la pandemia, que permitieron que las remesas no sólo se mantuvieran, sino que incluso continúen creciendo en 2021.

Otro aspecto a considerar, es sin duda la emigración de connacionales hacia Estados Unidos,  pese a las promesas y esfuerzos por generar empleos, cada año son más los mexicanos que cruzan las fronteras en búsqueda de un mejor futuro, con todos los riesgos que esto implica. Las cifras son alarmantes, de los casi 57 millones de latinos que viven en el país del Norte, se estima que más del 63% es de origen mexicano, es decir, más de 36 millones de personas, incluyendo los inmigrantes mexicanos que residen en alá y los estadounidenses que, en el censo, se identifican como de origen mexicano.

Cuando se presenta la emigración del padre de familia, en la mayoría de los casos, se abandonan las actividades agropecuarias, pues él era quien cultivaba o elaboraba artesanías para el sustento familiar. Al optar por irse a Estados Unidos, se abandonan muchas de la actividades agropecuarias y como se comienza a vivir del dinero enviado, se propicia una interrupción en la herencia del conocimiento ancestral tradicional relacionado con la elaboración de artesanías, el conocimiento para realizar el corte de madera que sirva en las edificaciones tradicionales, la elaboración del adobe y muchas otras actividades y conocimientos que se van perdiendo, en el breve paso que representa de una generación. Lo anterior, es una de las múltiples razones, por las que ahora es común ahora ver viviendas con materiales y sistemas constructivos contemporáneos, en localidades que hasta hace poco se ofertaban con una imagen urbana vernácula o tradicional al turista.

Desde la perspectiva social, la fragmentación del núcleo básico de la familia, muestran cómo la ausencia física del hombre asignado como proveedor del hogar genera cambios en la condición de la mujer. Diversas investigaciones concluyen que las mujeres estimulan su capacidad de decisión, hacen conciencia de la necesidad del reconocimiento general de las mujeres en la esfera pública. En este sentido, podemos aseverar que las mujeres que se quedan solas buscan opciones o generan estrategias dentro y fuera de su comunidad, lo que a su vez produce experiencias que traspasan el hecho de administrar los gastos del hogar, recreándose así posibilidades de posicionarse socialmente.

En este contexto Michoacán tiene mucho por hacer, en primera instancia dar continuidad y fortalecimiento a los programas que propician el empoderamiento de la mujer, como es el caso de “Palabra de Mujer” y poder aprovechar, a través de una mayor participación de las mujeres, sus amplias capacidades en beneficio del desarrollo de la entidad. En segundo lugar, buscar mejores condiciones para disminuir el cobro de comisiones.

La información del Banco de México, señala que el 98.9% de los envíos de remesas son a través de transferencias electrónicas. En este sentido, existe una asignatura pendiente, en términos de hacer accesible la recepción de las remesas en sus localidades de origen, pero a menores costos, pues las actuales comisiones considerando remesas promedio de 300 dólares, implica una comisión que va de los 4 a los 10 dólares por envío al depositar en Estados Unidos y una comisión promedio de 13 dólares al cobrar el dinero en México. Lo anterior, al margen del abuso de las tiendas en donde se cobran las remesas, que de muchas maneras obligan a los beneficiarios a adquirir muebles y electrodomésticos en abonos.

Para el caso de entidades como Michoacán, de alta migración, no basta con generar una Secretaría del Migrante, se requiere que todas las políticas públicas a instrumentar en el estado, como son las relativas a Educación, Salud, Desarrollo Rural, Juventud entre muchas más, consideren de forma transversal una realidad ineludible: la condición de entidad migrante de Michoacán. De no hacerlo así, las remesas pueden generar un efecto negativo, al crearse una dependencia económica, que inhiba el desarrollo de actividades económicas en lugar de incentivar el aprovechamiento de las potencialidades de sus habitantes. En otras palabras, es como si alguien pretendiera impulsar el desarrollo del país, regalando dinero, en lugar de generar empleo.