EL DERECHO A LA CIUDAD
“Quédate en casa” … ¿Y mi casa qué?
Salvador García Espinosa
Escuchamos hablar de una crisis de salud, de una crisis económica, incluso hasta política en términos de la controversia de atribuciones y facultades constitucionales, entre autoridades municipales, estatales y federales. Sin embargo, poco se habla de la crisis habitacional que inició el 16 de marzo, con la recomendación de un aislamiento social voluntario y me atrevo a señalarlo como crisis, pues todos los ciudadanos, nos enfrentamos a una realidad hasta ahora inexplorada: habitar, de forma permanente y continua, nuestra casa.
En la mayoría de los casos, todos y cada uno de los miembros de la familia, habitábamos nuestra casa de forma temporal e intermitente, las diversas actividades relacionada con la escuela, el trabajo o el abasto, nos habían mantenido fuera de la vivienda por gran parte del día. Incluso en casos extremos, sólo se llegaba prácticamente a dormir, de aquí que a los desarrollos alejados de la ciudad se les denomina “colonias dormitorio”.
Espacio existencial
Conviene recordar al arquitecto de origen noruego, llamado Thorvald Christian Norberg Schulz, quien en 1971 desarrolla, con base en lo planteado por Heiddeger, la propuesta de ubicar a la arquitectura como la concreción del espacio existencia del ser humano. Considera que la relación de éste con lo edificado, se presenta al menos en dos sentidos: cuando nuestro comportamiento se ve condicionado por las estructuras formales, es decir, por los espacios que habitamos y, cuando nuestros esquemas mentales son el origen que da forma a las estructuras arquitectónicas.
En otras palabras, lo que ahora experimentamos la mayoría de nosotros, es un proceso en el que los espacios disponibles en la vivienda, condicionan nuestras actividades y en el menor de los casos, el segundo caso corresponde a cuando la casa se diseño bajo nuestras estructuras de pensamientos, actividades y capacidades. Hoy, nos hemos dado cuenta, que en su mayoría nos ubicamos en el primer escenario señalado, porque hemos tenido que acondicionar nuestro comportamiento y actividades a las condiciones que nos marcan los espacios que habitamos. El “Quédate en casa” vino a acentuar las desigualdades en materia de servicios básicos y equipamientos, además de evidenciar que las viviendas, en su gran mayoría, han sido diseñadas para un estilo de vida inexistente y para un prototipo de familia “ideal” que dista mucho de nuestra realidad.
Viviendas más grandes
En buena medida la reducción en las dimensiones de las viviendas es consecuencia de la reducción en el “lote mínimo” pues la especulación del suelo urbano y el pretender obtener una máxima ganancia por parte de promotores, nos ha llevado a considerar que lo que se denomina lote mínimo para una vivienda puede ser de 60 metros cuadrados. Pero que, en realidad, es una superficie insuficiente para habitar, cuando la densidad domiciliaria en Michoacán es de poco más de 4 habitantes por vivienda.
Hoy vemos que las ciudades más afectadas por la Pandemia, son las de mayor densidad, por lo que resulta oportuno valorar la modificación de la normatividad, para disminuir la densidad en la ciudad, la vía más efectiva es aumentar la superficie del lote mínimo indispensable para un predio unifamiliar, pues se debe garantizar que cada vivienda disponga de un área de jardín, para el beneficio y disfrute de sus habitantes. No como un área que se sabe funcionará como cochera o futura ampliación de la vivienda, sino como un espacio indispensable de transición entre lo público-urbano y lo intimo de la vivienda.
Pretender que una familia de 4 personas, habite una vivienda de 62 o 66 metros cuadrados, implica, que cada habitante disponga en promedio de 15 mts2, es decir, menos de la superficie que se destina para estacionar un automóvil en la vía pública. Las viviendas, en harás de garantizar su rentabilidad económica, se han ido reduciendo con el paso de los años; donde se contaban con sala y comedor, ahora se debe decidir entre tener sala o comedor, pues no caben los muebles de ambos espacios. La altura de la vivienda es menor, lo que propicia que disminuya el confort al interior de la casa durante el verano. Todo en conjunto disminuye la posibilidad de disfrutar de una necesidad básica: la privacidad, pues ésta se reduce únicamente al espacio del baño.
Más área verde por habitante
Resulta impostergable, modificar el criterio de la donación para áreas verdes o equipamientos básicos, pasar de la idea de un porcentaje de la superficie total del desarrollo, a una cantidad de metros cuadrados de área verde por cada vivienda que se edifique. Solo de forma, se garantiza un equilibrio entre lo construido y la disponibilidad de áreas verdes o equipamiento.
La Organización Mundial de la Salud, registra para México, al menos 6 epidemias significativas en el último siglo, en 1902 la peste negra, de la variedad “Bubónica” que se manifiestó en el puerto de Mazatlán; 1918 Influenza española dejó 500,000 muertos; 1940 Paludismo que dejó 24,000 muertes por año hasta finales del siglo pasado, 1948 Poliomielitis, se registraron 1,100 casos, 2009 Influenza A/H1N1, 2020 Covid-19. Así que como se ve, lo peor que podemos hacer, es esperar que se termine el aislamiento social y reiniciar nuestra vida cotidiana como si nada hubiera pasado. Debemos pensar en cambios, sobre todo en nuestras ciudades, pues lo vivido, si bien puede considerarse como un asunto temporal, todo indica que serán episodios más frecuentes y de mayor magnitud, pues nuestra apertura comercial, nos hará vivir, como propias, las diversas realidades que se presentan en el mundo.