Movilidad, zonificación y ciudad; hoy en El Derecho a la Ciudad del Dr. Salvador García Espinosa

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EL DERECHO A LA CIUDAD


Movilidad, zonificación y ciudad
Salvador García Espinosa

Hoy en día, un tema que se ha vuelto inherente a la ciudad es, sin duda, la movilidad urbana. En buena medida los problemas asociados a la movilidad, como son: la contaminación ambiental, el tiempo que millones de personas invierten en traslados día con día, la extensa superficie destinada a vialidades, entre otros más, tienen como origen una idea muy característica del movimiento moderno: la de conceptualizar la ciudad con base en zonas ex profeso para cada actividad; tal es el caso de zonas habitacionales, industriales, comerciales, recreativas, etc.

Este modelo de zonificación, que se ha impulsado en México desde el segundo tercio del siglo pasado, hoy parece haber llegado a su límite, entre muchas otras causas, por la preocupación ante el cambio climático y la excesiva generación de Gases De Efecto Invernadero que se generan en las ciudades. Además de que, con la pandemia se ha revalorado la pertinencia de vivir en una ciudad donde, a corta distancia y caminando, los habitantes puedan satisfacer una gran cantidad de necesidades como abastos básicos, acceso a equipamientos educativos, de salud y culturales.

Algunas de las propuestas se han definido como “la ciudad del cuarto de hora” o “de los 15 minutos”, fuertemente impulsada en París. Donde, durante la pandemia, los parisinos, como en muchas otras ciudades del mundo, recuperaron la escala del barrio como el ámbito más seguro de convivencia social. La idea denominada “ciudad 15 minutos” es un concepto del urbanista de origen colombiano Carlos Moreno, quien llegó a Francia a la edad de 20 años, y hoy es profesor universitario, experto internacional en la Smart City humana y en ciudades y territorios del mañana.

Se debe “pasar de la planificación urbana a la planificación de la vida urbana”, lo que “significa transformar el espacio urbano, que sigue siendo altamente monofuncional, con la ciudad central y sus diversas áreas especializadas, en la ciudad policéntrica, basada en cuatro componentes principales: proximidad, diversidad, densidad y ubicuidad”.

En Mineápolis, la principal ciudad de Minnesota, hace unos meses aprobó un Plan de Desarrollo al 2040, en el cual se contempla la prohibición de establecer zonas bajo el uso de “vivienda unifamiliar”, lo que implícitamente representa la prohibición de un uso mejor y más intenso del suelo. Por ejemplo, en la zona centro de la ciudad, donde existen viviendas en predios de más de mil metros, se consideró que eleva el costo de la vivienda al limitar la generación de nuevas viviendas en la periferia de la ciudad lo que incentiva continuar con impactos al cambio climático, ante la necesidad de largos desplazamientos (tiempo, dinero y contaminación), además de limitar el potencial económico de la ciudad al limitar el crecimiento de forma sustentable.

Lo anterior, desde la perspectiva urbana, constituye una de las modificaciones más significativas sobre los esquemas de planeación y crecimiento de las ciudades norteamericanas pues, si bien habían surgido esquemas conceptuales y teóricos sobre un nuevo esquema urbano, como el llamado nuevo urbanismo, no se había modificado la base de la zonificación urbana. La eliminación de la zonificación pone fin a un sistema bajo el cual más del 60% de Minneapolis estaba protegido de cambios de uso de suelo.

Un inicio del fin de la zonificación parece radicar en una nueva generación de jóvenes políticos que quieren viviendas más accesibles, la ciudad está iniciando un experimento de un gobierno de y para los millennials. Por primera vez en la historia moderna de la ciudad de Mineápolis, más de la mitad de sus residentes son jóvenes propietarios, incluido el alcalde de 37 años y las personas más jóvenes describen la densidad como una respuesta necesaria al cambio climático. Las posturas ambientalistas han comenzado a buscar acciones para proteger a los propios habitantes de la ciudad.

Hay que destacar que lo acontecido en Minneapolis no debe considerarse un hecho aislado, en Estados como Oregón y California, se han discutido iniciativas similares como una estrategia para afrontar la crisis de precios de la vivienda, la desigualdad racial y el cambio climático. Sin embargo, las clases adineradas parecen defender la baja densidad y las zonas exclusivas de viviendas unifamiliares. Es por todo esto que, lo acontecido en Minneapolis es de suma importancia; se logró un amplio consenso a favor de más viviendas sin necesidad expandir la mancha urbana y la clave fue solo una: terminar con la zonificación de uso habitacional unifamiliar.

En muchas partes del planeta se están impulsando políticas consideradas progresistas, ecologistas, ambientalistas y en pro de la igualdad social, para cambiar el esquema prevaleciente del desarrollo urbano y minimizar así los problemas del tráfico, contaminación, inseguridad, falta de áreas verdes y en síntesis la baja calidad de vida que parece caracterizar a las ciudades.

De la misma forma en la que hace décadas copiamos y adoptamos el modelo de zonificación como base de la planificación de las ciudades mexicanas, hoy en día tenemos la oportunidad, gracias a las comunicaciones y a la tecnología de aprender de su experiencia y corregir el camino, hoy mismo y no dentro de 30 o 40 años que nuestras ciudades experimenten los mismos problemas que ahora acontecen en muchas de las ciudades norteamericanas.

Hoy es momento de conjugar el interés por afrontar los efectos del Cambio Climático, la escasez de recursos financieros en los gobiernos locales, que se agudiza con la dispersión urbana, la imperiosa necesidad de disminuir el consumo de combustibles fósiles por la dependencia al automóvil. De acuerdo con la Nueva Agenda Urbana, propuesta por la ONU en consecución con los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS), las ciudades deben promover la adopción de estilos de vida saludables en armonía con la naturaleza, alentando modalidades de consumo y producción sostenibles. Así que, cualquier acción de planeación de las ciudades, así como de la obra pública, debería ser evaluada en función de su contribución hacia esquemas de vida más saludable. Un buen principio, sin duda, sería lograr una ciudad en la que se pueda caminar.