El Derecho a la Ciudad
MITIGACIÓN, ADAPTACIÓN Y RESILIENCIA
Salvador García Espinosa
A raíz de las recientes inundaciones, derivadas tanto del incremento en la precipitación pluvial por la presencia de huracanes, como por la necesidad de desfogar presas que se saturaron, es factible identificar una postura predominante a partir de las notas informativas, declaraciones de funcionarios, políticos y público en general, que se caracteriza por considerar que se trata de fenómenos típicos de la temporada de huracanes, y critica la falta de previsiones por parte del gobierno en sus diferentes ámbitos. Bajo esta postura, los funcionarios, analistas y demás opinadores de la política buscan aprovechar las afectaciones y daños causados para culpar a tal o cual administración o partido político.
Más allá de considerar que algunas de las expresiones pueden resultar ciertas, y que la incapacidad de actuación se presenta en contextos locales muy específicos, hoy se considera que es necesario ir más allá. a fin de lograr comprender la magnitud de la situación actual se puede señalar que la cantidad de agua de lluvia que cayó en Acapulco en un día, fue el equivalente al que, apenas hace unos años se presentaba durante todo un mes.
Como primer punto, debemos comprender que, si bien es temporada de ciclones y huracanes, la frecuencia e intensidad con que se presentan sólo se explica bajo el marco del denominado cambio climático. Sin duda, todos hemos escuchado de este tema. Lo grave es que, si bien, no negamos su existencia, no hemos sido capaces, como sociedad, de pasar del nivel del discurso político o teórico al actuar en consecuencia.
Tal vez uno de los principales problemas sea que, cuando se habla del cambio climático, se piensa sólo en las emisiones de CO2. Sin embargo, es necesario comprender que los efectos son múltiples y muy diversos, involucran el aumento en el nivel del mar, el aumento en la temperatura, extinción de especies animales y, obviamente, cambios en el régimen de precipitación pluvial, así como las sequías.
Resulta prioritario comprender tres conceptos básicos a los que alude el título del presente texto: MITIGACIÓN, ADAPTACIÓN y RESILIENCIA. Con seguridad, cada día escucharemos hablar más de ellos, debido a que todos los esfuerzos internacionales en torno al cambio climático se han concentrado en estas vertientes, que resultan complementarias y, aunque presentan desafíos diferentes, su objetivo final es minimizar los efectos de este fenómeno.
Por MITIGACIÓN debe entenderse hacer que los efectos sean menos graves, y agrupa todas las estrategias y acciones encaminadas a combatir la causa y minimizar los posibles impactos del cambio climático. En la escala planetaria esto sólo se consigue reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, en la escala de las localidades se debe incrementar la utilización de energías renovables, así como las áreas verdes, además de aumentar la masa forestal en los entornos inmediatos a las ciudades.
Respecto a la precipitación pluvial, es prioritario comprender que cada vez será más frecuente que llueva más, en un lapso de tiempo menor; de aquí que resulte impostergable aumentar la capacidad de captación de agua pluvial que se tiene actualmente, así como de los medios de conducción de agua como drenes y ríos, para garantizar que llegue a su destino lo más pronto posible, sea este un cuerpo de agua superficial, como un lago, o se garantice su infiltración en zonas adecuadas y aptas para la recarga de acuíferos subterráneos.
Cuando se habla de ADAPTACIÓN se contemplan todas aquellas políticas y acciones orientadas a reducir la vulnerabilidad ante los efectos derivados del cambio climático. Es decir, el proceso de ajuste a los efectos actuales y futuros del cambio climático, lo que implica adoptar las medidas apropiadas para prevenir o minimizar los daños que puedan causar, o aprovechar las oportunidades que pueden surgir. Tal vez sea necesario pensar en la construcción de más presas o ampliar las existentes. Los pronósticos del Panel Intergubernamental sobre el cambio climático señalan que los periodos de sequía serán más frecuentes y prolongados, de forma tal que almacenar agua será una prioridad en todas las ciudades.
Ante la imposibilidad de lograr estrategias de mitigación, en muchas ciudades se habla de la RESILIENCIA climática, como estrategia para paliar los impactos del cambio climático, y que no es otra cosa que buscar la adaptación a los cambios para buscar garantizar nuestra supervivencia como especie humana en el Planeta.
Para quienes piensan que la alternativa más viable está en el avance tecnológico, hay que recordar, por ejemplo, que este año el uso de energía eólica y solar superó en generación a la energía proveniente del gas fósil, tan sólo 22%, un ritmo que se antoja sumamente lento ante la urgencia del calentamiento global. Se estima que los impactos climáticos podrían provocar la migración forzada de al menos 216 millones de personas para 2050.
Sean acciones de MITIGACIÓN, ADAPTACIÓN o RESILIENCIA, lo impostergable es que nuestros gobiernos comiencen a desarrollar estrategias de actuación de cara a escenarios climáticos cada vez más adversos e inciertos.