La importancia de las redes sociales en las elecciones
Yurisha Andrade Morales*
El padrón electoral supera hoy los 92 millones de mexicanas y mexicanos, el INEGI informa de al menos 74 millones de usuarios de Internet, donde solo 54.7 millones son mayores de edad y, por lo tanto, electores. En 2018 éramos ya 74 millones de usuarios según INEGI aunque la Asociación Mexicana de Internet calculaba 79 millones. Lo cierto es la cifra seguirá creciendo año con año, elección tras elección.
Hoy la propaganda política incrementa la atención de millones de internautas en las nuevas tecnologías. En materia electoral, me parece que sería un error simplificar el papel de Internet o las redes sociales asumiéndolas como plataformas que en sí mismas fungen como un gran elector, el cual debe ser acotado ante su capacidad de orientar o modificar la opinión general dependiendo del uso de fake news o el dinero invertido en halagos difundidos estratégicamente en cuentas de personas famosas o deportistas con muchos seguidores.
Sin duda debemos ser cuidadosos en no alentar medidas o normas que obstaculicen directa o indirectamente el flujo de contenidos en línea, aunque eso no significa que sea imposible emprender acciones para detectar, por ejemplo, el engaño propagandístico o la promoción no reportada de candidaturas en redes.
Durante las contiendas políticas de 2016 el papel de las redes sociales fue muy polémico en Estados Unidos por el uso de datos personales para sembrar noticias falsas en electores específicos, el famoso caso de la campaña de Trump hecho por la misma empresa que impulsó la propaganda del Brexit (Cambridge Analytica). El modus operandi era usar bases de datos de Facebook con miles de registros que perfilaban tendencias de usuarios indecisos. A ellos les habrían sembrado noticias falsas diseñadas individualmente.
El INE ese mismo año mostró que es posible entablar una colaboración respetuosa con las grandes empresas de redes socio digitales sin afectar la libertad de expresión, pero sin desconocer que hay un uso y un papel en la propaganda. Así fue posible conocer gastos por un monto de 24 millones de pesos que habían sido destinados a potenciar mensajes que postearon en sus muros de Facebook candidatos partidarios e independientes; y gracias a esos datos fueron sancionadas las omisiones.
En el caso de Facebook hay gastos de publicidad formal más los que no queda claro si son usuarios que deliberadamente ponen propaganda o noticias falsas a circular. En Twitter, su fundador anunció el 4 de noviembre de 2019, a través de un tuit, que esa red social ya no venderá publicidad política. Suena bien, pero en realidad la venta implicaba transparentar qué tuits son anuncios y cuáles no, casos como los del Partido Verde en plena veda (futbolistas sincronizados con cantantes subieron tuits que muy probablemente eran publicidad encubierta). El problema está no en lo que se registra como publicidad formal, sino en la propaganda disfrazada y en la posibilidad de repetir episodios como el de Cambridge Analytica.
La democracia no se define solo por las jornadas de votación y no es un concepto digital o analógico, sino la suma permanente de espacios para ejercer de forma efectiva derechos y libertades, para encontrar modelos de representación incluyentes, que reivindiquen la pluralidad que impera.En 2021 no queremos campañas deliberadas para desinformar a los ciudadanos, para engañarlos. Eso, lo sabemos, es un riesgo en las democracias actuales.
De cara al proceso electoral que se aproxima debemos generar alianzas estratégicas con las redes sociales y con las plataformas para ofrecer información veraz a los ciudadanos; incrementar las capacidades de éstos para que puedan discernir cuándo algún dato es falso; acrecentar el potencial de nuestras instituciones para explicar las elecciones, sus resultados y las decisiones que se toman. Los procesos comiciales y la política en general deben ser ampliamente explicados, con sentido pedagógico. Los ciudadanos deben saber cómo se hacen las cosas, cómo se toman las decisiones y cuánto cuesta su implementación.
La democracia no se agota con el ejercicio del voto, quizá la función de elegir solo es una forma inicial de participar en ella. La democracia exige deliberación con información horizontal, igual para todos, pisos comunes de entendimiento pues sin ellos no hay diálogo ni deliberación, hay discursos unívocos, unilaterales, monólogos que solo quieren ofrecer una visión única del mundo. La democracia exige inclusión, involucramiento de todos los grupos y segmentos de la sociedad. Las redes sociales pueden apoyar a lograrlo, pero igual pueden estimular lo contrario.
Por ello, las instituciones públicas deben trabajar de la mano con ellas, sobre todo en un país de credibilidad mínima en las instituciones, en los partidos y en los gobiernos.
* Magistrada del Tribunal Electoral del Estado de Michoacán
@YurishaAndrade