Fake news rumbo al 2021
Yurisha Andrade Morales*
Mentira y política mantienen una relación añeja y es tan indisoluble como inevitable. Recordemos que, desde la antigua Grecia, Platón habló de la demagogia y de los demagogos, pero el sentido que le dio en esa época fue neutro, al ser éstos una especie de jefes populares que supuestamente pretendían mejoras a favor de las clases oprimidas.
Con el advenimiento de la democracia su comportamiento degeneró en prácticas que buscaron atraer al pueblo mediante promesas imposibles de cumplir, halagos o mediante el engaño, para conseguir el poder. Demagogo vino a ser el tipo de político irresponsable que explota las necesidades sociales y humanas fomentando los instintos y los vicios de la multitud para erigirse en amo. Aristófanes, quien en su obra brinda un retrato de las discusiones literarias, filosóficas y políticas de la época, fijó el significado del término en su obra Los caballeros. A decir de varios estudiosos del tema, su estudio psicológico o el que Platón, Aristóteles y otros hicieron de la demagogia y del demagogo como los opuestos de la democracia continúa vigente.
Pero es un hecho que los principales problemas de las sociedades actuales no consisten en saber si el discurso de los políticos es veraz o es falso, ni tampoco respecto a si la información que reciben es verdadera o falsa. El problema consiste en conocer cuál es el impacto real que la información falsa tiene en las personas cuando votan o cuando interactúan en sus entornos sociales y cuando hablan de política.
Hoy es imposible separar cualquier expectativa de calidad en el debate público relacionado con los procesos electorales, del papel que juegan las redes sociales y el Internet. Las nuevas tecnologías abren un espacio privilegiado para la libertad de expresión, para el flujo de información plural con entornos horizontales de interacción, aunque también para la desinformación propagandística que contamina, que emprende estrategias de confusión a través de las llamadas fake news o que abusa de los datos personales para favorecer a una u otra oferta política.
Acorde a un estudio de la Asociación Mexicana de Internet, antes de que iniciaran las campañas de 2018, 79% de los usuarios en México estaba ya en las redes sociales que hoy por hoy son un escenario privilegiado para la convivencia social y para la deliberación política. Sabemos que Facebook domina entre los mexicanos y que alcanza 92% de cobertura entre los internautas, encima de WhatsApp (79%) y YouTube (66%), lejos todavía de Twitter (55%), Google+ (52%) e Instagram (39%).
Las campañas electorales del 2018 en nuestro país estaban por iniciar y vimos como el INE apostó por fortalecer el régimen de libertades de los mexicanos sin minimizar los riesgos de la posible distorsión informativa que pone en riesgo la calidad y veracidad que debe prevalecer en el debate público de cualquier modelo democrático, pero también la libertad de elección de los votantes.
Coincidimos en un principio universal: queremos redes sociales sin censura, por eso la autoridad electoral buscó alternativas para evitar que la desinformación ocupe espacios y que los referentes disponibles sean noticias falsas huérfanas de contraste con datos reales y verificados. El acuerdo de colaboración firmado por el INE con Facebook tuvo como objeto tener disponibles botones informativos, cuentas certificadas que en la plataforma permitan a la ciudadanía acudir a fuentes confiables en el ámbito electoral.
El mejor antídoto contra las fake news es la información verificada y oportuna con fuentes identificables en el océano de publicaciones digitales y esa es la meta que se inició entonces y que debemos impulsar, a la par que la fiscalización más amplia posible de los gastos de propaganda política en redes.
Las noticias falsas suelen promocionarse a través de publicidad y parte del escándalo reciente sobre el abuso de datos personales está relacionado con estrategias de marketing. Ahí donde alguien contrate anuncios para potenciar mensajes propagandísticos hay una opción adicional para clarificar de dónde provienen ciertos contenidos, hay formas de rastrear quién paga en las redes y en beneficio de qué campaña, como ocurrió en las contiendas del 2017.
Es trascendental para la democracia hacer compatibles medidas que acoten la desinformación con las que garanticen plena libertad de expresión, por eso creo que es importante brindar elementos, garantía a los usuarios de que las cuentas certificadas por las propias redes sociales darán información confiable, oficial y más si se trata de resultados electorales. Acudir a esas fuentes o cuentas certificadas nos alejará de contenido pirata o fake que fluya en línea, pero también debemos insistir en la fiscalización que en el ámbito electoral ya cuenta con casos concretos que no resuelven el fenómeno de la desinformación en su conjunto, pero sí logran identificar campañas que se contratan para promocionar contenidos de actores políticos en la red.
En 2018 el portal “Animal Político”, junto con más de 60 medios de comunicación, instituciones académicas y organizaciones sociales, como Newsweek, La Universidad de la Comunicación y Mexicanos contra la Corrupción, implementó el proyecto denominado “Verificado 2018”, que contrastó la información que circuló en redes, la investigó y exhibió las falsedades. Igual revisó las promesas irrealizables de políticos en campaña, la crítica sin fundamento y todos los datos que utilizaron los candidatos. Usaron herramientas de investigación académica y periodística para encontrar la verdad (ejemplo la falacia de que lo crayones no servían para marcar las boletas, caso Morelia).
Si apostamos por elecciones libres y confiables, hay que desmentir rumores con oportunidad, transparentar decisiones, clarificar dudas casi en tiempo real, para evitar vacíos informativos que generen confusión derivada de noticias falsas.
* Magistrada del Tribunal Electoral
del Estado de Michoacán
@YurishaAndrade