
El Derecho a la Ciudad
DEL PAISAJE SONORO AL URBANISMO
Salvador García Espinosa
En días pasados tuve la oportunidad de escuchar algunas conferencias del Segundo Coloquio de Paisaje Sonoro; de manera particular la impartida por el Dr. Jerónimo Vida Manzano, resultó por demás interesante, dado que la dimensión sonora de la ciudad resulta fundamental para la comprensión cabal de la ciudad y, sin embargo, ha permanecido opacada frente a una perspectiva del ocularcentrismo, como Juhani Pallasmaa la califica por el énfasis en lo visual.
A finales del Renacimiento, con el desarrollo de la perspectiva, cobró relevancia la imagen que se mostraba de la ciudad, los enclaves urbanos más significativos fueron pensados como escenografía teatral, donde las edificaciones, calles o monumentos cobraban sentido en el conjunto y desde una perspectiva especifica. El término paisaje urbano es un constructo que empezó a surgir vagamente a finales del siglo XIX, con la pintura impresionista y se desarrolló a lo largo del siglo XX, bajo el término townscape, con la publicación en 1960 del texto de Gordon Cullen.
Este autor consolidó la visión oculacentrista, al definir el diseño del paisaje como “El Arte de dar coherencia visual y organización al collage de edificios, calles y espacios que constituyen el ambiente urbano”. A partir de aquí se desarrolló una escuela de diseño urbano, basada en conceptos de naturaleza visual como orden, unidad, proporción, simetría, equilibrio, ritmo, contraste, color, entre otros más, como única dimensión de análisis y evaluación.
En contraposición, Maurice Merleau Ponty, filósofo francés y uno de los principales exponentes de la fenomenología, señala que “Mi percepción no es una suma de datos conocidos visuales, táctiles y auditivos. Percibo de una forma total con todo mi ser: capto una estructura única de la cosa, una única manera de ser que habla a todos los sentidos a la vez”.
En este marco, es que el concepto de paisaje sonoro, acuñado por Murray Schafer, cobra relevancia, pues refiere a la totalidad de los sonidos que nos rodean y cómo estos impactan nuestras vidas. En consecuencia, se trata de un elemento fundamental de la percepción que todo individuo tiene en el desarrollo de su vida cotidiana.
La relación con el entorno, a partir de cómo percibimos, es al menos a través de tres dimensiones: la psicológica, como el sentimiento del que deriva la reacción afectiva y racional; el conocimiento, como la reacción mental y la sensorial; finalmente, la reacción física, dentro de la cual, lo auditivo interviene en la captación de los denominados paisajes sonoros (soundscapes), sería como “la voz de la ciudad”. Sin embargo, cada individuo percibe una voz distinta, que estará fuertemente influenciada no sólo por el contexto cultural, sino por condiciones específicas inherentes a la persona. Pese a esta singularidad, existe la posibilidad de identificar patrones auditivos que nos ayuden a comprender por qué las personas permanecen en un sitio, prefieren un determinado momento del día o evitan zonas de la ciudad.
Un ejemplo de lo anterior es el Centro Histórico de Morelia, para quienes habitan en esta zona es sumamente notorio que, conforme obscurece, y más, los fines de semana, el ruido de los bares comienza a apoderarse de la noche, a grado tal que resulta sumamente molesto, mientras que, para los que permanecen en los bares, no sólo les es tolerable, sino incluso agradable. Sin embargo, este aspecto pasa inadvertido para los análisis urbanos que centran su atención en los usos de suelo, horarios de funcionamiento y, en el mejor de los casos,una norma sobre los decibeles que nadie vigila que se cumpla, ni responde al contexto habitacional que se desea conservar.
Amanda Burden menciona que el espacio público de una ciudad es como una fiesta y se trata de que la gente no se quiera ir del sitio. Así que el diseño urbano, planteado en términos de lo visual y lo funcional, requiere de forma impostergable e imprescindible, la incorporación de la dimensión sonora, para definir estrategias de diseño urbano que garanticen el objetivo de proporcionar el mayor confort a los habitantes de una ciudad, acorde a las actividades que desarrollen.




