Ciudad post-pandemia, por Salvador García Espinosa (1 de2 partes)

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EL DERECHO A LA CIUDAD

CIUDAD POST-PANDEMIA

(1 de 2 partes)

Salvador García Espinosa

Los primeros impactos de la permanencia sobre la ciudad, se manifestó en alarmantes imágenes de ciudades vacías, panorámicas de las ciudades sin ninguna persona o automóvil, sin señales de estar habitadas. Y casi a la misma velocidad con que circularon esas desoladoras postales urbanas, comenzaron a surgir textos, voces y posturas que invitaban a reflexionar sobre cómo debería de ser la ciudad de ahora en adelante.

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Desde ese momento, las posturas han sido muy diversas, las que consideraron al espacio público como la principal amenaza, pues su uso fomenta el contacto entre personas y privilegiaban lo privado como sinónimo de resguardo, ante las amenazas del colectivo exterior. Otras posturas llamaron la atención sobre la alarmante situación de precariedad de las viandas, que hacían imposible el confinamiento o al menos, no sin altos riesgos de violencia, maltrato, depresión, entre otros. Y todo esto, bajo una creciente preocupación por las consecuencias financieras debido a la suspensión de actividades económicas, a grado tal, que por momentos parecen ser más prioritarias que las relacionadas con la salud.

Las propuestas sobre modificaciones viales resultaron inmediatas y muy atractivas, así como el caso del incremento en ciclovias o incluso pronunciarse por un rescate de la escala de barrios, lo que se ha venido a llamar la ciudad del ¼ de hora. Estas y otras propuestas tuvieron junto con el tono de emergentes el de temporales. Hoy, al observar que la situación se prolonga e incluso se avizoran escenarios similares en un futuro próximo, se demanda la necesidad de analizar y reflexionar con más atención, los posibles cambios que pueden o sería necesario generar en la ciudad.

Si bien, se observa que son los medios de comunicación y transporte, los que resultan ser facilitadores de estos nuevos esquemas. Un buen principio para iniciar la reflexión es la definición que, uno de los sociólogos más influyentes del siglo XX, Manuel Castell, hace de la ciudad; en términos de que es la proyección de la sociedad en el espacio…cuya manifestación física adquiere connotaciones particulares en función del tipo de relaciones que los individuos establecen entre sí y que ocurren en un espacio determinado dándole al mismo una forma especial.

Si se subscribe lo anterior, estaremos en condiciones de afirmar que, el primer impacto generado por la pandemia, aún no visible en la ciudad, es el cambio en la forma de relacionarnos y aquí, es preciso primero comprender que algunos de los factores involucrados ya existían, desde antes de la pandemia y ésta solo aceleró el proceso de difusión, incorporación o asimilación, tanto que hoy, puede decirse que algunos forman parte de nuestra cotidianeidad. 

Un primer aspecto a considerar, es el hecho de que, tras meses de confinamiento y aislamiento social, hemos descubierto que la proximidad personal o la co-presencia no son indispensables, ni necesarias, para la realización de gran parte de nuestras prácticas sociales. Esto, aunque parezca contradictorio, desde la perspectiva social, el confinamiento aceleró un proceso de liberación de los límites espaciales y temporales del individuo. 

Hemos descubierto, que el uso de las tecnologías de comunicación, como acontece en el caso educativo, hace prescindible la simultaneidad, actividades o prácticas sociales, pueden realizarse en una sincronía, que como en el caso del teletrabajo o home office, lo más relevante, es el poder de decisión del individuo, para seleccionar los lugares y espacios de comunicación e intercambio que llevará a cabo.

Las posibilidades de comunicación e interacción, han resultado tan poderosos que pueden generar la impresión de estar en varios sitios y momentos a la vez. Esta sensación de ubicuidad y de multitemporalidad están evolucionando de tal manera que detona un proceso de deslocalización, es decir, un debilitamiento de los contextos locales que, ante las restricciones de movilidad impuestas los grupos familiares, de trabajo o vecinos, ya no resultan ser espacios obligados que condicionen el desarrollo de muchas prácticas sociales.

Se identifica que la disponibilidad y, en ocasiones, dependencia de las comunicaciones como el internet y las llamadas redes sociales, están generando una multiplicación exponencial de los contactos e intercambios, pero a la vez, se vuelvan esporádicos debido a la no proximidad física. lo que sin duda amplia diferencias y afinidades, esta multipertenencia social, bajo la cual se resignifica lo social, permite compartir algunos valores y decisiones, pero de forma momentánea, efímera y selectiva, no en “paquete” como cuando se obliga o hereda.

De continuar esta tendencia, se irán desdibujando los ciclos de la vida que en otros tiempos marcaban grandes etapas casi idénticas para todos y que hoy comienzan a presentar una variación infinita, en donde los adultos y jóvenes incluso parecen compartir ciclos, pues ya no se observa la linealidad acostumbrada de: estudia-se gradúa-trabaja-se casa-forma una familia. En términos prácticos se propicia que se rompan las categorías homogéneas a las que estábamos acostumbrados, pensemos nada más en la amplia gama de productos que ahora se tienen que ofertar. Antiguamente, se diseñaban dos o tres modelos de productos para diferentes segmentos poblacionales, austero, equipado y de lujo, como fue el caso de los automóviles; niños, jóvenes y adultos, para otros productos. Hoy en día, son más de 50 variables, de acuerdo a los requerimientos de los consumidores, una evidencia muy clara de esta ruptura de esquemas, es la diversidad de tipos de familias, en donde la tradicional es la menos representativa en términos numéricos.

Otro aspecto relevante, es que aún y cuando las desigualdades se acentúan, también es cierto que cada vez una mayor cantidad de individuos re conceptualizan estas desigualdades como diferencias de grado y circunstancias, más que si se tratara de asuntos de naturaleza inquebrantables, como anteriormente pasaba. Estamos frente a una mayor individualización de los ciudadanos, que supone una organización distinta del territorio y del tiempo, contrario a las tendencias de sustentabilidad que fomentan el transporte público masivo, esta individualización, propicia una proliferación de medios de transporte individual como el automóvil, la motocicleta, bicicleta, patines, etc. Este deseo de autonomía tiene su máxima expresión en el celular, que poco a poco se hace indispensable para participar en la sociedad y su vida urbana. Pero en el caso de transporte público tiene impactos sobre los ciclos tradicionales de “horas pico” de movilidad pendular (ir por la mañana y regresar por la tarde) bajo los cuales se han diseñado las ciudades y que ahora se modificarán paulatinamente.