El Derecho a la Ciudad
ANOMIA: BULLYING, LA NUEVA EPIDEMIA
Salvador García Espinosa
El pasado 13 de marzo, una adolescente de 14 años murió debido a un traumatismo craneoencefálico, causado por los múltiples golpes que recibió en la cabeza al pelearse con una de sus compañeras de clase. La noticia se volvió relevante, en buena medida debido a que sus propios compañeros registraron la pelea en video. Más allá de lo reprobable que resulta el hecho de dirimir diferencias a golpes entre compañeras, lo verdaderamente desolador, indignante y frustrante, por decir lo menos, es observar que ninguno de sus compañeros ahí presentes hizo un intento por impedir la pelea, por el contrario, se rieron, celebraron cada golpe, enardecieron a las protagonistas con gritos como: “¡Dale más fuerte!” “¡Dale una en la cara!”. Desafortunadamente no es el primer caso atribuible al bullying,y lamentablemente no hay razones para pensar que será el último.
Además, seguramente la inmediatez en la que vivimos y el bombardeo de información al que estamos sometidos a diario, harán que esta nota pase a segundo término, hasta que se olvide y sigamos con nuestra cotidianeidad, hasta que conozcamos de otro caso que cause la misma indignación social. Lo mínimo que deberíamos de hacer es cuestionarnos ¿qué está pasando?, ¿por qué situaciones tan graves se normalizan?, ¿qué pudo haber sido tan grave como para que una jovencita dañe a otra persona a grado tal de causarle la muerte?
A finales del siglo XIX, un sociólogo, pedagogo y filósofo francés de nombre Émile Durkheim, considerado padre de la sociología, consideró que los individuos conforman una sociedad a partir de dos tipos de solidaridad, una mecánica, que se presenta en comunidades rurales, la familia y grupos de mejores amigos, donde las relaciones y la comunicación son «cara a cara», y otra que denominó orgánica, que se presenta en las sociedades industriales, debido a que las personas son cada vez más diferentes entre sí, lo que diluye el sentido de pertenencia que existe en las localidades pequeñas o en la familia.
Durkheim identifica un momento en que los vínculos sociales se debilitan y, en consecuencia, la sociedad pierde su fuerza para integrar y regular adecuadamente a los individuos, y lo define con el concepto de anomia. Al considerar a la sociedad como el conjunto de sentimientos, ideas, creencias y valores que surgen a partir de la organización de grupos, que tiene una existencia diferente y superior a cada uno de sus miembros, es decir, que existe gracias al grupo, pero no está en ninguno de ellos de forma individual. De esta forma, la sociedad cumple dos funciones: la de integración y la de regulación, si éstas se desarrollan adecuadamente, tanto la colectividad como cada uno de sus miembros, lograrán un orden estable que les permita desarrollarse plenamente. Cuando no se logra ejercer la regulación adecuadamente (como actualmente existe en nuestra sociedad) los individuos se encontrarán en una situación de anomia.
Esta situación de crisis la atribuye en buena medida al cambio que acontece en las sociedades modernas, donde los lazos sociales se establecen a partir de una solidaridad orgánica en forma de complementariedad, debido a que la diversidad es la característica principal de la sociedad. Toda vez que en la medida que nos especialicemos en nuestra actividad profesional o laboral requeriremos más de los otros individuos, de esta forma, se desarrolla una complementariedad basada en todo aquello que no podemos atender. De esta forma, explica Durkheim, se logra de manera simultánea la individualización y la cohesión social.
Dentro de esta complementariedad señalada, destaca la existente entre la educación y la moral. Durkheim confiere un papel central a la educación; señalaba que la nueva sociedad industrial requería de un nuevo sistema de educación. Por un lado, el niño debía recibir la educación inicial de los padres y de la familia; en general, normas, valores y habilidades propias del grupo primario. Por otro lado, para las habilidades, normas y valores que establece la sociedad global, el país o la nación, el órgano indicado para realizar esta educación es la escuela. Sólo así, señala este autor, se logrará inculcar en el individuo la autocontención que debe ser ejercida sobre sus pasiones, la importancia de moderar los deseos, limitar los apetitos y definir objetivos para lograr la felicidad al llegar a la adultez, gracias a la existencia e imposición de límites.
Para comprender de mejor manera lo que hoy caracteriza a nuestra sociedad, conviene recordar a Robert Merton, sociólogo estadounidense que, a partir de lo planteado por Durkheim, nos explica que la desorganización de las normas culturales se debe a un desfase entre los objetivos legítimos y los medios considerados como legítimos para alcanzarlos. Explica que, un individuo a lo largo de su vida, y gracias a la socialización, aprenderá qué fines son los que debe alcanzar y qué medios son considerados como legítimos para hacerlo. Pero cuando se presenta la anomia, los individuos ven la imposibilidad de alcanzar los fines ideales con las herramientas disponibles. Ante tal frustración, los individuos fomentarán el establecimiento de nuevos fines y/o de nuevas formas para alcanzarlos.
Lo anterior nos permite comprender a los llamados youtubers, influencers e incluso aquellos individuos que, a partir de medios considerados como ilícitos, logran alcanzar ciertos satisfactores, sobre todo materiales, que les permiten lograr el reconocimiento social esperado.
La muerte deNorma Lizbeth de 14 años, la huida de su agresora con protección de su mamá y el comportamiento de sus compañeros de escuela, no debe considerarse un caso aislado, debe ser visto como un síntoma alarmante y evidente de la anomia que padece nuestra sociedad. Hace apenas pocos años no se hablaba del bullying,y ahora forma parte de nuestra cotidianeidad, aunque se combate cotidianamente. Lo acontecido en la escuela secundaria oficial anexa a la Normal de Teotihuacán “Los Jaguares” va más allá de negligencia por parte de los responsables del plantel educativo; involucra a las familias de esos jóvenes, la desatención familiar de que son objeto los menores y la crisis de valores básicos como el respeto. La pandemia por Covid nos obligó a actuar y replantear nuestra actividades y modo de vida; ahora debemos de ser capaces, como sociedad, de cambiar lo necesario y evitar que la anomia cause más daños en nuestra sociedad.