Se prevé que el Océano Ártico se quedará sin hielo en 2030: las consecuencias que esto traerá a la Tierra.

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El derretimiento del hielo marino en el Ártico no solo afecta a los osos polares. Existe una cadena de consecuencias en el océano y la atmósfera que, sin lugar a dudas, también repercute en nuestros estilos de vida.

Se proyecta que para el verano del año 2030, el Océano Ártico podría estar libre de hielo. Esto ocurriría, inclusive, si reducimos las emisiones actuales de gases efecto invernadero (GEI). Las preocupantes conclusiones fueron publicadas en Nature Communications a comienzos de junio 2023.

Estas predicciones tienen una larga y compleja historia, por lo que la década de 2030 es muchísimo antes de lo que la mayoría de los científicos creía posible. Además, esta certeza no solo sería una señal emblemática del colapso climático de la Tierra, sino que traería consecuencias globales sumamente peligrosas.

Como ya se ha anunciado en años anteriores, el Ártico ha estado experimentando un calentamiento más acelerado que cualquier otra parte del planeta. Debido a ello, tanto los pueblos indígenas como los equipos científicos han volcado su atención a esta fina película de agua de mar congelada, la cual se contrae y se expande con el paso de las estaciones, siendo septiembre el mes donde alcanza su área mínima.

Es de suma urgencia determinar cuándo el Océano Ártico podría quedar libre de hielo en verano ¡por primera vez! A esto también se le ha nombrado como “evento de océano azul” y se define al momento en que el área de hielo marino cae por debajo de 1 millón de kilómetros cuadrados.

Primero que todo, el hielo marino Ártico es de vital importancia en la Tierra, ya que reduce drásticamente la cantidad de luz solar absorvida por el océano. Por ende, la eliminación de este hielo podría acelerar aun más el calentamiento global.

Si se cumple la proyección climática, la capa de hielo de Groenlandia se derretiría más rápido, contribuyendo considerablemente en el aumento del nivel del mar ¡en todo el mundo!

Como si fuera poco, la pérdida de hielo marino en verano genera cambios en la circulación de la atmósfera y, por ende, modifica las trayectorias de las tormentas. También provoca alteraciones en la actividad biológica fundamental del océano.

Las consecuencias pueden ser invisibles todavía, pero sus repercusiones llegan a los sistemas económicos, a las políticas, a la educación, a la salud y a todas las aristas de nuestro estilo de vida.