OVNIS: de la carcajada al estudio serio ¿la nueva encrucijada del Estado?

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Quien pensaría que aquella inquietante transmisión de radio de 1937 de Orson Wells narrando la llegada de extraterrestres volvería recobrar sentido, temor e inquietud en la sociedad. No me refiero tal cual a la transmisión pero sí a la presencia de extraterrestres en la Tierra.
Y es que apenas hace unos días la afirmación de la existencia de vida extraterrestre ha cobrado interés público pero ahora de manera más oficial y seria en la opinión pública. Lo anterior, luego de la declaración de ex militares de Estados Unidos ante el Congreso quienes afirmaron haber visto objetos no identificados y señalar que Estados Unidos, el Pentágono tiene un departamento de investigación especial para ello.
Los primeros en pronunciarse sobre este hecho fueron los de la NASA. A través de su jefe, Bill Nelson, no negaron ni afirmaron. Dijeron que hay un equipo científico analizando datos y que en aproximadamente un mes habrá un informe al respecto.
Estas declaraciones pusieron al mundo a temblar, a cuestionarse, a rumorar y a mofarse. Las reacciones han sido distintas pero el hecho es que el cuestionamiento sobre vida distinta a la humana y al de la Tierra parece recobrar una postura más seria.
Si en algo ha abonado en que existan pocas investigaciones, o al menos investigaciones públicas serias sobre el estudio de la vida extraterrestre es el hecho de ponerlo en el terreno de lo irreal, un tabú en la sociedad, lo que ha provocado evitar el tema por considerarlo una locura.
Este tabú es propiciado por el temor a lo desconocido, por la representación que tiene la vida extraterrestre, en gran medida generada por Hollywood.
En ese sentido es mi interés propiciar la siguiente reflexión: ¿por qué no se aborda este tema de forma seria? ¿a qué le tememos? o ¿qué menospreciamos?¿porque se necesita de que el Estado acepté su existencia o al menos no la niegue para que creamos? Entonces ¿quién establece lo que es cierto y lo que no?
Atreviéndome a parecer una loca al ‘lanzar’ estos cuestionamientos pongo a discusión y reflexión dos argumentos que me parecen importantes.
El primero de ellos es el estudio hecho por el prestigiado doctor John Mack, científico de la Universidad de Harvard y ganador de Premio Pullitzer y del Nobel de la Paz en 1977 y 1985 respectivamente.
En 1994, Mack concentró sus esfuerzos en estudiar las abducciones. Se le llama abducción en la ufología (disciplina que estudia los ovnis u objetos voladores no identificados) al acto en el cual uno o más seres extraterrestres toman a un ser vivo terrestre contra su voluntad, lo secuestran y lo llevan a algún sitio determinado.
El Dr. Mack estudió alrededor de 200 casos de pacientes que habrían tenido estos encuentros concluyendo que no tenían una enfermedad mental y no estaban falseando la experiencia que creían haber vivido.
Aunque la investigación no fue pública, en ese momento, al Dr. Mack le costó una batalla legal contra su propia universidad quien finalmente aceptó la seriedad de la investigación.
Otra propuesta de por qué no se aborda el estudio de los ovnis es el de Robert Duvall y Alexander Wendt quienes señalan que el Estado no tiene interés en estas investigaciones pues pondrían en jaque la soberanía que poseen.
Duvall y Wendt sostienen que el Estado sabe y reconoce la existencia de vida extraterrestre, pero evita el tema por lo que implica la existencia de un ente superior y externo al humano que pondría en problemas la existencia del Estado.
Luego de que la religión dejó de dar las respuestas al ser humano, el Estado entró en su lugar. Las explicaciones ya no las daba la religión sino el Estado.
La soberanía moderna es por definición antropocéntrica, es decir, está constituida y organizada con los seres humanos como única referencia. Sin embargo, quizás sus verdaderos límites se evidencien en el tabú de tomar en serio el fenómeno de los ovnis. Este tabú se explica por los imperativos funcionales de la soberanía antropocéntrica, incapaz de admitir una excepción a la primacía del ser humano sobre todas las cosas y a la soberanía estatal como expresión de este poder ontológico absoluto que, supuestamente, detentamos sobre el resto del universo, así lo explican Duvall y Wendt en el libro “La soberanía y el ovni”.
Una vez enunciadas estas propuestas y argumentos que provocan las interrogantes que propuse espero se pueda hacer reflexión del temor que hay por la existencia de lo desconocido y de romper con paradigmas puestos desde hace mucho tiempo. También sobre quién dicta lo que existe, lo que se debe cuestionar.
Con ello no afirmó la existencia de los OVNIS, pero sí del temor en la sociedad a encontrar algo que rompe con la forma en la que hemos vivido, en la que concebimos la vida. Y por otro lado, el dejar de tachar de locos a quienes se cuestionan, por el contrario, promover respuesta a interrogantes que se presentan y a las cuales ni el Estado tiene respuesta. Y en ese mismo sentido, ¿por qué el Estado es quien valida y da las explicaciones, porque la necesidad de una solo respuesta a situaciones complejas?
Este panorama no es muy lejano al que se vivió con la presencia del COVID, en el que habría zozobra, incertidumbre y en el que surgieron múltiples versiones. Ni tampoco al de la guerra de Rusia contra Ucrania.
Lo cierto es que una: los Estados están ante una nueva encrucijada y dos: el estudio científico, o lo científico basa su rigurosidad en el método y en la comprobación. Por tanto, el estudio debe hacerse con tal rigurosidad que las dudas queden despejadas… aunque incomode.

*La columnista es Maestra en Derecho de la UMSNH y doctorante de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.