EL DERECHO A LA CIUDAD
¡HÁGASE LA LUZ!
Salvador García Espinosa
Ciudad Juárez, Chihuahua. Son las 8:00 am del 15 de febrero y Rosa pretende comenzar una semana más de actividades. Sortea ya por muchos meses las penurias propias de la pandemia con la esperanza de que pronto mejore la situación, pero esta semana comienza de forma muy distinta: sin electricidad. Hay un apagón en la zona donde vive y con algo de preocupación, no le queda más que postergar algunas actividades mientras espera ansiosa que se restablezca en unas horas más el suministro de la energía eléctrica.
Ella no recuerda “apagones” como este en un lugar como Ciudad Juárez, principal ciudad del estado de Chihuahua y sexta ciudad más poblada en nuestro país. Es difícil para ella pensar que en la segunda zona metropolitana trasnacional más importante entre México y Estados Unidos y donde viven 2.1 millones de habitantes, esta situación esté ocurriendo. Rememora rápidamente y se da cuenta que en anteriores temporadas invernales el agua sí se congelaba, pero la electricidad no era un problema.
Al momento, el termómetro marca -9º C, y a esa hora ya es consciente de que además de no tener electricidad, tampoco hay agua. Al parecer los sistemas de bombeo que hacen posible la distribución del líquido no funcionan por falta de energía eléctrica o bien, porque en algunos sectores el agua se congeló en las tuberías. En breve advierte de inmediato que tampoco tiene suministro de gas, un tercer problema que agrava las cosas debido a que de la quema de este combustible depende el mantenimiento de la temperatura dentro de su casa. La calefacción central en las viviendas de Ciudad Juárez (y muchas otras localidades en el Norte de nuestro país) resulta indispensable para sobrevivir; es como un corazón dentro de cada hogar, bombeando aire caliente constantemente para mantener las condiciones de habitabilidad.
Así pues, después de transcurrir la primera hora en estas adversas circunstancias, se da cuenta de las implicaciones mayores de la situación. Empieza a tomar conciencia de todas las cosas que han colapsado: la casa se está enfriando rápidamente y con ella todos en su interior; no pueden cocinar alimentos ni obtener una taza de café caliente; no tienen agua en sus llaves, así que el aseo y limpieza básicos son muy complicados de realizar; no hay señal telefónica en el aparato fijo en casa; no dispone de servicio celular porque las antenas que envían la señal no están funcionando; ningún electrodoméstico es útil; no puede ver televisión, ni usar el radio, ni tampoco dispositivos electrónicos o computadoras; además, salir al exterior es peligroso debido a que las bajas temperaturas han congelado las calles. No queda mucho por hacer; hay que esperar por horas bajo las cobijas a que alguno de los servicios ponga en funcionamiento las cosas nuevamente.
Las horas, aunque siempre miden lo mismo, en estas condiciones transcurren muy lentamente. Como parte de esta situación, Rosa se da cuenta que a los desabastos anteriores debe sumarse uno más, la carencia de información y vías de comunicación adecuadas para que alguien explique por cuánto seguir esperando, qué hacer, cómo resolver las necesidades básicas. ¡Necesita información confiable y no logra conseguirla!
Para las 19:00 horas el helado panorama es por demás desolador, y Rosa junto con su familia busca instalarse en algún hotel que garantice un mínimo de confort en la temperatura, sin embargo, no encuentran ningún lugar, tal vez porque ante el “apagón” éstos ya no reciben más huéspedes, situación que le demuestra que los servicios que presta la ciudad también han colapsado. Por fin, para las 21:00 horas, después de 13 horas sin energía eléctrica, se restablece el servicio y con éste, el regreso, dentro de lo posible, a la normalidad.
El recorrido por los noticieros nocturnos resultaba impostergable y ávida de noticias encuentra que las explicaciones que se escuchan sobre el “apagón” son muy diversas e incluso contradictorias:
- El desabasto fue causado por el frío invierno que en Texas congeló los gasoductos, a través de los cuales se exporta a México. Ella piensa entonces que la causa pudo ser el frío, aunque no le queda claro porqué en Canadá y en el norte de Estados Unidos en cuyos inviernos anuales siempre hay esas bajas temperaturas, no existen congelamiento de gasoductos internacionales cada vez.
- A decir de la Secretaria de Energía, el precio del gas se incrementó en más de 5 mil por ciento. Ella piensa entonces que no fue por el frío, sino por un incremento del precio del gas, que todo esto ocurrió.
- México compra a Estados Unidos el 70% del gas que utiliza para la generación de energía eléctrica; y para este invierno hubo falta de previsión, y no se compró lo necesario. Ella entonces piensa que la causa del problema que sufrió ella y su familia fue por falta de previsión política del gobierno federal.
- Se abandonaron las políticas para lograr producir gas natural en México y disminuir la dependencia hacia los Estados Unidos. Ella deduce entonces que la política energética del país crea problemas mayúsculos.
- Las plantas generadoras de energía eléctrica no estaban trabajando a su máxima capacidad y eso generó el desabasto de energía. Entonces ella percibe que claramente hay fallas en el funcionamiento de las plantas federales que abastecen de energía eléctrica.
Claro que ninguna de las explicaciones, proporciona claridad en lo ocurrido y, por el contrario, muestra que existe una confusión capaz de alentar la desconfianza y el temor a volver a sufrir este problema. Lo relatado hasta aquí, es la forma en que uno de los cientos de miles de hogares sobrellevó el “apagón” de electricidad, agua, gas e información hace unos días en el norte del país.
Esta es una situación que de ninguna manera deberíamos dejar en la anécdota climática. Convirtamos esta vivencia en una alerta para que todos (vivamos en Ciudad Juárez o no) analicemos si queremos continuar con las fuentes energéticas actuales. Recordemos, hoy dependemos de la quema de combustibles fósiles (como el gas natural, gasolina, carbón y otros) para hacer funcionar todos nuestros entornos y al hacerlo, creamos una alta concentración de gases de efecto invernadero en nuestra preciada atmósfera; cuando esto ocurre modificamos la forma en que funciona esta capa de gases que protege el planeta y que regula el clima. Así que, seguir en este camino de quema descontrolada conllevará irreversiblemente a cambiar el clima tal como lo hemos conocido. Y así podremos esperar que la situación de colapso que vivió el Norte mexicano, se repetirá para otras partes del país, pero ahora con sequías, o inundaciones o elevado calor.
Es muy importante recalcarle al lector que el cambio climático no se conjuga en futuro, está aconteciendo HOY y desde hace varios años atrás. Así que las decisiones energéticas en nuestro país deben tomar en cuenta al cambio climático y a todos quienes lo sufriremos. Y de ninguna manera debe ser una decisión partidista de un grupo de seres humanos reunidos por su mezquindad e intereses políticos.