El príncipe Andrés ha sido uno de los principales afectados por la subida al trono de su hermano mayor. En realidad, era algo que se esperaba desde que comenzó su caída en desgracia por su amistad con el empresario Jeffrey Epstein, quien estaba a la espera de ser juzgado por tráfico de personas y explotación sexual antes de suicidio, y por las acusaciones de agresión sexual que ha realizado en su contra Virginia Giuffre, que él zanjó antes de que llegaran a los tribunales por medio de un acuerdo extrajudicial.
Carlos III se ha propuesto reducir el presupuesto que la casa real destina al alojamiento de sus miembros. Las primeras ‘víctimas’ de esta medida fueron los duques de Sussex, que ya han abandonado por completo Frogmore Cottage, la ‘casita de campo’ que la fallecida Isabel II les cedió para su uso y disfrute tras su boda en mayo de 2018.
El siguiente en la lista de desahucios era el propio Andrés, pero al parecer no será expulsado del Royal Lodge mientras su antigua esposa Sarah Ferguson se recupera de su operación de cáncer de mama. El duque de York ha vivido en la mansión ubicada en los mismo terrenos que el castillo de Windsor desde 2003, cuando firmó un contrato de arrendamiento de 74 años en la propiedad de 30 habitaciones. Desde entonces ha vivido con la madre de sus dos hijas a pesar de que están legalmente divorciados y se creía que podrían mudarse a una mansión que ella compró en el centro de Londres por si finalmente se veían obligados a abandonar su hogar.