Morelia, Mich.- Episodio amargo vivió el director de cine, Roberto Fiesco, en el Centro Histórico de Morelia, pues cuando caminaba rumbo al hotel donde se hospedaba, fue golpeado sin motivo alguno por uno de tres sujetos que transitaban sobre la misma banqueta, informó el ofendido a través de su red social.
El ahora afectado externó su molestia y decepción porque tras ser víctima una agresión, reportó lo sucedido a unos policías municipales y a su vez denunció el hecho ante un agente del Ministerio Público, pero nada se pudo hacer, pues los elementos actuaron como si no les importara.
Aquí el testimonio del susodicho:
“Anoche en Morelia, como a las once y media de la noche, caminando hacia el hotel por la avenida Madero -esa que atraviesa todo el centro de la ciudad-, de pronto nos cruzamos con tres muchachos que venían alegres platicando en sentido contrario a nosotros. El que iba al centro, cuando estaba a un metro de distancia, se lanzó directamente contra mí y con el puño cerrado me dio un golpe muy fuerte en la cabeza.
Me dolió -por supuesto-, me desequilibró y sobre todo me desconcertó la gratuidad del acto. Logré detener a Julián, del brazo, quien, rabioso, iba dispuesto a golpearlos, y me dijo: “¿Qué vas a hacer?” “Denunciarlo”, fue mi respuesta. En ese momento, “afortunadamente” (se explicará más tarde el entrecomillado), a unos metros de nosotros pasó una patrulla, donde venían tres chicas policías. Corrí a explicarles lo que acababa de pasar y les dije que los tres jóvenes seguían caminando sobre Madero.
Iliana, Julián, Abraham y yo comenzamos a seguirlos lo más rápido que pudimos y las policías no se movieron de inmediato, sino como que se lo pensaron y decidieron darse una vuelta para seguirlos (curioso que a pie nosotros íbamos más veloces, en fin). Finalmente los detuvieron a la altura del hotel Alameda, les señalé quién era el que me había golpeado y fueron bastante tranquilas a revisarlo y a hablar con él, el muchacho venía muy borracho. Yo estaba francamente histérico y les preguntaba a las policías qué iba a pasar. Nos dieron una explicación muy enredada, principalmente porque no me veían con sangre ni heridas visibles, así que -según ellas- era “mi palabra contra la suya” (la del que me golpeó), solo me preguntaron mi nombre y mi edad, lo apuntaron en un chat, y me dijeron que lo iban a llevar a Barandilla y que si quería poner una denuncia que fuera al MP y a ver qué pasaba.
El MP era la Fiscalía General de Estado de Michoacán, bastante lejos del centro, por cierto. Un lugar infestado de ratas, moscas y moscos -no hablo en sentido figurado, sino de bichos-, completamente oscuro, donde era obvio que a medianoche estaban más bien durmiendo. Me preguntaron brevemente qué había ocurrido y me pidieron mi nombre. Después de un buen rato apareció una licenciada, que -igual- al no verme sangrando dijo que no podía hacerse nada hasta que me viera un doctor que se iba a tardar horas en llegar.
Después de esperar un rato nos dimos cuenta que era inútil quedarnos ahí, me acerqué al que me había pedido mi nombre y me dijo que la verdad no iba a pasar nada, que las policías deberían haber llevado al muchacho al MP y no a Barandilla, que es una especie de Torito, donde lo iban a soltar a las pocas horas. Nos fuimos.
Obviamente, no pretendía que lo metieran a la cárcel, pero sí quería levantar una denuncia para que quedara consignado el hecho porque me parecía que la impunidad no era el camino para alguien que de la nada había golpeado a otra persona en plena calle.
Soy un cabeza dura y no me duele nada afortunadamente, pero sí me duele un poquito el alma entender que nada se puede hacer, por la vía legal, para frenar la violencia (y estoy hablando de un hecho verdaderamente ridículo como este golpe), y que estamos expuestos en cualquier lugar y en cualquier momento y que la policía no va a hacer nada por ti. Perdonen ustedes el catastrofismo, pero sí estoy desconcertado y alicaído.
Aquí una foto del tipo y la patrulla. Fin de esta frustrante historia. ¡Adiós, Morelia!”.