Construir un país para jóvenes. El análisis del Dr. Salvador García Espinosa en El Derecho a la Ciudad

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El Derecho a la Ciudad

CONSTRUIR UN PAÍS PARA JÓVENES

Salvador García Espinosa

Actualmente cerca de 1,804 millones de personas en el mundo tienen entre 15 y 29 años, lo que representa casi una cuarta parte de la población mundial. Desde 1999 la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 12 de agosto como Día Internacional de la Juventud, con el objetivo de promover y reflexionar sobre el papel de los jóvenes en los procesos de cambio. Por esta razón, la semana pasada el INEGI dio a conocer algunos datos que conviene destacar y analizar.

El primer dato relevante es que los jóvenes en México representan el 24.6% del total de la población, es decir 30.7 millones, el mayor porcentaje (36.8%), poco más de 11 millones tienen entre 15 y 19 años; un 32.7% (10 millones de jóvenes) se ubican en el grupo de 20 a 24 años, y el menor grupo (30.5%) que representan 9.4 millones, están entre 25 y 29 años.

Sin duda, México es un país de jóvenes, pero esto no será por muchos años; la edad mediana de la población en México en 1995 era de 21 años, en el 2005 de 24 años, en el 2015 de 27 años y en el 2020 llegó a 29 años. Además, existen diferencias significativas entre entidades, por ejemplo, Chiapas cuenta con la población más joven (24 años), mientras que la Ciudad de México cuenta con la edad media más alta del país (35 años) y Michoacán registra 28 años.

Si bien, México es un país DE jóvenes, no hemos logrado construir un país PARA jóvenes, pues este sector de la población enfrenta los mayores retos para su incorporación al mercado laboral, y una serie de problemas para lograr su realización personal y familiar.

Las estadísticas oficiales indican que, de esta población joven, 67.3% de los hombres y 40.5% de las mujeres forman parte de la Población Económicamente Activa (PEA), es decir, trabajan, con una jornada laboral de 35 a 48 horas semanales, lo que representa que lamentablemente, por su condición de jóvenes, no asisten a la escuela. De este sector poblacional sólo 34.2% de los hombres y 33% de las mujeres están recibiendo educación.

Por tema educativo, y tratándose de los jóvenes, resulta ineludible recordar que los déficit y problemáticas que caracterizan al sistema educativo, se agudizaron con la pandemia. No sólo se redujo el acceso a los estudios universitarios, sino que muchos jóvenes que cursaban su bachillerato o carrera técnica abandonaron sus estudios para enfrentar las necesidades familiares y tener que trabajar. La Secretaría de Educación Pública estima que entre 2020 y 2021 a nivel nacional, el 8% de los estudiantes del sistema educativo universitario abandonaron sus estudios ante la crisis sanitaria.

La necesidad de construir un país PARA jóvenes es por demás evidente. Durante la pandemia, se asumió la estrategia de que todo el sistema educativo logro transitar al sistema en línea o a distancia, por televisión, otros solo por WhatsApp y algunos ni siquiera eso.

Para dar una idea de la brecha tecnológica que se ignoró, la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) señala que 91.8% de los jóvenes dispone de un teléfono celular, pero solo el 40.3% usa una computadora portátil (laptop, notebook) y 32% dispone de computadora de escritorio. Hoy todos y, principalmente los jóvenes, podemos dar cuenta de las deficiencias de dicha estrategia, algunos la califican como una crisis educativa significativa. Basta pensar lo que representa, para la formación de un joven de preparatoria la ausencia, total o parcial, a su escuela.

Más allá de la contingencia sanitaria, el problema educativo para la población de jóvenes continúa; se regresó a las aulas, a nuevos ciclos escolares en los que no se deben ignorar los vacíos educativos. Por el contrario, se hace necesario e imprescindible que se instrumente una estrategia no solo tendiente a “nivelar” los conocimientos académicos necesarios, sino también para reformar planes de estudios de acuerdo a una nueva realidad postCovid, que coadyuve a que los jóvenes transiten de mejor forma hacia el mercado laboral, toda vez que sus probabilidades de desempleo al egresar son tres veces más que las de un adulto. Todo esto, sin ignorar los obstáculos que enfrentan los jóvenes en materia de embarazos no deseados o en edades tempranas, el bajo acceso a servicios de salud, la precariedad laboral, entre otros muchos.

De la misma forma en la que las políticas públicas han hecho énfasis en la equidad de género, hoy la prioridad debería ser atender la estructura que garantice un cambio intergeneracional, con especial atención en el desarrollo integral de las personas adolescentes y jóvenes, para promover su participación y la corresponsabilidad de las juventudes en la construcción de alianzas inter e intrageneracionales.