Morelia, Mich.- 31 de diciembre de 2020.- El esfuerzo, trabajo, estrategia, recursos y entrega destinados durante 10 meses por el Gobierno del Estado para contener la epidemia de COVID-19 podría irse a la basura en las próximas horas debido a la irresponsabilidad social.
La calle este día último del año está llena, como si no anduviera suelto un virus que puede ser letal; si el preservar la vida no es motivo suficiente para quedarse en casa, no hay medida gubernamental que alcance, poco se puede hacer, prefieren salir a comprar ropa, vino y cosas que esencialmente no son necesarias a resguardarse bajo la premisa de que “no me va a pasar nada”.
Y si, la estadística marca que quienes menos mueren son los jóvenes y sanos, pero son ellos quienes contagian a los padres, madres, abuelas y a abuelos que caen en complicaciones que les cuestan la vida.
Es sumamente triste ver como si la vida en este momento se tratara de competencias, por un lado, todos quienes trabajan en el área de la salud, aguantando estoicamente los embates de la epidemia, cansados pero conscientes de que les toca tratar de salvar las más vidas posibles.
Por el otro, la sociedad irresponsable, pareciendo desafiar al sistema hospitalario, buscando los resquicios para seguir poniendo su vida en riesgo, para ejemplo un botón, se canceló el paso vehicular al primer cuadro de la ciudad, ha pues a disfrutarlo como si lo hubieran peatonalizado, atiborrando la Madero.
Reconocimiento y fuerza a todos quienes combaten la epidemia, y digo todos, porque no solo es el valioso conocimiento médico, paramédico y de enfermería, al enfermo hay que alimentarlo, mantener limpio su espacio, garantizar los suministros de gases medicinales, medicamentos, insumos y el correcto funcionamiento de los equipos, y la que sale a dar informes es la trabajadora social, es un ejército.
Al final, nada les parece y tampoco nada quieren acatar, entonces, sin exigencias al llegar a los hospitales porque hay fila para entrar y todo es un proceso, espere, así como espero horas para entrar a un establecimiento no esencial.
Me queda claro que no van a entender hasta que la muerte sea en su casa, cuando quien esté tirado en el suelo llorando a grito abierto por el dolor de saber la muerte de su familiar sea el mismo inconsciente que se la pasó en fiestas y bares.
Nada de que mi paciente llegó bien y me lo mataron, a su paciente lo mató su necedad.