El Derecho a la Ciudad
VIVIENDAS PARA EL CAMBIO CLIMÁTICO
Salvador García Espinosa
El pasado miércoles 21 de junio inició oficialmente el verano, y a diferencia de otros años, ahora la noticia no entusiasmó, por el contrario, despertó una profunda preocupación al pensar que, si durante la primavera se tuvieron temperaturas extremas de calor, en gran parte de las ciudades mexicanas se registraron temperaturas superiores a los 35ºC y en otras ciudades del norte del país y algunas de Tierra Caliente en Michoacán se superaron los 40ºC. Hermosillo, Sonora registro 50º C y se ubicó como la ciudad más calurosa de México. Los pronósticos no son nada alentadores para este verano, en donde debemos prepararnos para experimentar temperaturas inusualmente altas.
Debemos de tomar conciencia de que no se trata de una “racha de calor”, o “unos días insoportables”, se trata de algo que se denomina Cambio Climático, pero que en realidad debería denominarse CRISIS CLIMÁTICA, porque a pesar de la gran capacidad de adaptación que tenemos los seres humanos, las consecuencias de los cambios en la temperatura y clima son inconmensurables. Nada menos, el pasado mes de marzo del presente año, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó su informe más reciente, donde señala que:
“… lo peor está por llegar para la juventud y los niños que nazcan hoy… los años más cálidos que hemos vivido hasta ahora estarán entre los más fríos dentro de una generación”. Los más jóvenes nunca experimentarán las condiciones climáticas vividas por las generaciones anteriores, por ejemplo, la generación nacida en 2020 experimentará siete veces más episodios de calor extremo que los nacidos en 1960. Pero también el doble de incendios forestales y sequías, y casi el triple de inundaciones y malas cosechas…”.
Nos encontramos frente a una realidad, estamos dejando un mundo en peores condiciones que como lo recibimos al nacer. La tan conocida definición del Desarrollo Sostenible que se propuso en el Informe Brundtland en términos de “satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones” resulta cada vez más inalcanzable.
Ya escribir sobre el Cambio Climático resulta inoperante, porque lo que se requiere es actuar. En 1992, cuando se desarrolló la Cumbre de la Tierra, se indicó como un principio el “pensar globalmente y actuar localmente”. ¿Qué hacer en nuestra ciudad, frente al deterioro de las condiciones ambientales futuras?
Pensemos en algo sencillo, la vivienda. Durante años, las modificaciones normativas sobre las viviendas se han impulsado bajo la lógica económica, desde la perspectiva de los promotores con la promesa de “abaratar” la vivienda. Así se ha modificado la superficie mínima del lote, para reducirlo cada vez más, igual que la vivienda, ahora hay viviendas en 35 metros cuadrados, se disminuyó el frente mínimo del lote habitacional, al igual que el área de donación, cada vez es menor.
Adicional a lo anterior, la altura interior de la vivienda cada vez es menor (asemejan verdaderas bases de tinacos), los sistemas constructivos buscando economizar y así maximizar la ganancia del promotor, cada vez son menos eficientes térmicamente, de ahí que sean un horno en verano y un congelador en invierno. Razones por los que, en la mayoría de los casos, sus habitantes tienen que hacer uso de aparatos eléctricos que mitiguen las condiciones extremas, con el consecuente gasto económico para las familias, el incremento en la demanda de energía eléctrica y la consecuente generación de gases de efecto invernadero.
Se requiere romper este círculo vicioso, es urgente e impostergable que:
- Se modifique la legislación en materia de vivienda, para incrementar la superficie del lote mínimo, se debe garantizar iluminación y ventilación natural de la vivienda en todas sus habitaciones.
- Deben de incrementarse los metros cuadrados de construcción que se consideren mínimos para una vivienda; así como la altura interior de la vivienda resulta un factor fundamental para proporcionar un mayor confort a sus habitantes.
- Debe normarse que un porcentaje del predio se mantenga como área libre de construcción, que no se pavimente; con el propósito de que se destine a plantar un árbol y ayude a la infiltración de agua pluvial.
Es preciso que las viviendas se construyan garantizando la captación y reutilización de un alto porcentaje del agua pluvial, esto no sólo beneficiaría a la economía de las familias, sino que disminuiría la demanda de extracción de agua de pozos profundos, además de aminorar los riesgos por inundaciones que ocasiona canalizar el agua de lluvia al drenaje sanitario.
Es preciso incrementar de manera significativa las áreas de donación, que se destinen a áreas verdes y, sobre todo, que el fraccionador las entregue al municipio arboladas, con especies que garanticen su permanencia y no con el pino ciprés de 10 centímetros de alto que regala el Ejército Mexicano.
Resulta una verdadera utopía pensar que las viviendas construidas hoy, se podrán habitar dentro de 20 años, debido a los cambios climáticos esperados. Así que debemos hoy, de comenzar a construir las viviendas de la próxima década, para que las futuras generaciones estén en mejores condiciones de afrontar las consecuencias climáticas extremas. Ya no se trata de garantizar la lógica de la máxima ganancia económica, sino de preservar la vida humana en el planeta.