Miles de mantarrayas doradas migran desde Florida a Yucatán cada año intentando evitar a los tiburones ballenas y llegar a las acogedoras aguas peninsulares. Esta mantarraya (Rhinoptera steindachneri), también conocida por el más prosaico nombre de mantarraya de nariz de vaca, llega a medir más de 2 metros, cuenta con un peligroso veneno (aunque es generalmente poco ofensiva) y migra en grupos de cerca de 10 mil.
Su principal alimento es el plancton, razón por la cual se trasladan de un lugar a otro buscándolo.
Las rayas doradas miden hasta 2.1 metros de una punta de la aleta a la otra. Tienen dos lóbulos frontales algo pronunciados encima de la cabeza que les dan una apariencia como de una vaca. Aunque tienen aguijones venenosos que usan para defenderse de tiburones, su principal predador, se sabe que son muy tímidas y no amenazantes cuando se encuentran en grandes grupos.
La superficie del agua está cubierta por diferentes tonos cálidos de oro y se veía como una cama de hojas de otoño gentilmente mecidas por el viento en el azul del mar.
La población del golfo de México hace migraciones de escuelas que llegan hasta los 10,000 individuos viajando en sentido de las manecillas del reloj desde el norte de Yucatán al oeste de Florida, aunque han sido vistas desde el sur del Caribe hasta el norte de Nueva Inglaterra, al este de Canadá.
Gracias a la lucha por su conservación, en 2019 fueron incluidas en la Norma Oficial Mexicana 059 (NOM-059) en la Ley General de Vida Silvestre, aunque aún no hay un plan de manejo para realizar actividades turísticas con la especie, investigadores han dado pláticas a prestadores de servicios turísticos para que puedan realizar actividades de nado y avistamiento sin alterar el comportamiento o poner en peligro a las rayas.