El Derecho a la Ciudad
UNA LICENCIA PARA MAYOR SEGURIDAD URBANA
Salvador García Espinosa
Si alguna vez, amable lector, presentó su licencia de conducir como identificación para algún trámite, lo más seguro es que no se la hayan aceptado por considerar que no es válida o confiable. Tal vez, porque se sabe lo fácil que es obtenerla, incluso, y lo más grave, para quien no sabe manejar. Estamos tan acostumbrados que así sea, que hemos perdido la dimensión de lo que esto representa. Tan solo en México, durante el 2021 se reportaron 340 mil 415 accidentes de tránsito en zonas urbanas, que tuvieron como víctima a 86 mil 867 personas, de las cuales poco más de 16 mil fallecen, y en términos económicos las pérdidas materiales representan 1.7% del Producto Interno Bruto.
Menciono lo anterior porque hace unas semanas se instalaron en las inmediaciones de algunas glorietas de la ciudad de Morelia, letreros informativos sobre su funcionamiento y la forma correcta en la que deben circular los vehículos, haciendo énfasis en que la preferencia de circulación la tiene quien circula por la glorieta, y no quien se incorpora. Imagino que esta estrategia de las autoridades tiene el objetivo de disminuir la frecuencia con que se presentan los accidentes viales.
Lo anterior pudiera pasar inadvertido para muchas personas, sobre todo para aquellos que no conducen un vehículo o para quienes no circulan por dichas glorietas de manera habitual. Sin embargo, resulta ser un aspecto significativo el asumir que quienes conducen un automóvil o transporte público no conocen las normas de circulación o simplemente no conocen el Reglamento de Tránsito, algo que en sentido amplio pudiera considerarse como que “no saben conducir”.
En 1994, el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, impulsó una política mundialmente conocida como “tolerancia cero”, que permitió descender la delincuencia en 40%, en un lapso de tan solo 6 años. Esta política se fundamentó en una idea de James Q. Wilson, Catherine M. Coles y George L. Kelling, denominada la teoría de las “ventanas rotas”, que establece una relación causal entre el desorden callejero y el delito. En otras palabras, se deben atender y evitar los aspectos considerados como menores para erradicar la práctica de que aumenten en magnitud y frecuencia, en este caso, delitos más graves. En este sentido, Giuliani, puso énfasis en prevenir aspectos que se habían normalizado, como conducir sin licencia, pintar grafiti, saltar los accesos del metro para evitar pago, así como beber alcohol en la vía pública y muchos otros considerados como delitos menores.
La experiencia de Nueva York no resulta muy lejana a nuestra realidad, por extraño que parezca. Cuántas veces hemos escuchado de accidentes donde se involucra al transporte público o de carga, situaciones en que el “chofer” huyó y nunca se supo nada, como si no existiera manera de rastrear al conductor que “alguien” contrató para manejar la unidad. O de innumerables desapariciones, secuestros o raptos en los que un taxi se vio involucrado, pero no hay manera de seguirle el rastro.
Por lo anterior, el anuncio de que se elaborará un padrón confiable de las concesiones de autotransporte es bienvenida, pero también sería bueno modificar el esquema de “licencia permanente”, pues es obvio que las personas ven alteradas sus capacidades de manejo con el paso del tiempo, además de que se deberían evaluar dichas capacidades de forma periódica, para garantizar la seguridad de peatones, usuarios del transporte público y todos los automovilistas y sus acompañantes.
La semana pasada se dieron a conocer por el INEGI los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, correspondiente al tercer trimestre de 2022. Dos datos resultan contundentes: 64.4% de la población mayor de 18 años considera que la ciudad en la que vive es insegura, para el caso particular de las mujeres es aún mayor la percepción de inseguridad, y el 70.5% expresaron que es inseguro vivir en su ciudad.
Sin duda, las referencias a la “ciudad” pueden considerarse muy generales, y por eso la Encuesta distingue sobre los espacios físicos específicos en donde la población se siente particularmente insegura. Para nuestro interés llama la atención que destaquen como principales sitios de inseguridad el uso del transporte público, con un 58.5 % de menciones; las calles que se transitan habitualmente, con un 57.4%; además del automóvil (34%). En materia de conflictos o motivos de enfrentamiento, los problemas de estacionamiento resultan de los de mayor frecuencia (12.1%), los conflictos en el transporte público o privado (6.8%).
Hoy, más que nunca la teoría de las “ventanas rotas” sigue vigente en nuestras ciudades, si las autoridades correspondientes atienden aspectos “menores”, como evitar la invasión al espacio público, el mantenimiento a las áreas verdes, el buen funcionamiento del mobiliario urbano, la óptima colocación y funcionamiento de luminarias en vías públicas; solo así se podrá atender de manera integral y conjunta lo relacionado con la inseguridad y su percepción, en todas las ciudades.