El nuevo mundo es llamado América en la actualidad en honor a un explorador y cosmógrafo ,florentino-castellano, Américo Vespucio.

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Existe un solo continente en la Tierra nombrado en honor a una persona real: respectivamente, América y el explorador y cosmógrafo florentino-castellano Américo Vespucio.

También puede decirse que es el primer continente nacido para el conocimiento europeo y nombrado en fechas bien definidas.

La versión corta de la historia cuenta que fue Vespucio quien primero se percató, el 17 de agosto de 1501, de que el actual Brasil no era parte de Asia, sino un Nuevo Mundo, y que el cartógrafo alemán Martin Waldseemüller instauró en su honor el nombre de América para este nuevo continente en un mapa publicado el 25 de abril de 1507. Sin embargo, la versión larga es más complicada, y nos cuenta que el nombre de América es en realidad el producto de algún error, algún desconocimiento y bastantes dosis de fantasía.

En 1492, el año en que Cristóbal Colón arribó a lo que por entonces se llamarían las Indias Occidentales, el tratante florentino Amerigo Vespucci (9 de marzo de 1454 – 22 de febrero de 1512) se había instalado en Sevilla por asuntos relacionados con los negocios de sus patronos, los Medici.

No traía estudios universitarios, pero sí una buena formación que incluía la geografía y la astronomía. Cada vez más involucrado en las actividades de su superior Gianotto Berardi, inversor y contratista en las expediciones de Colón, pronto Vespucio daría personalmente el salto a la exploración: en 1497 se convirtió en el primer europeo en pisar la tierra continental de la futura América; un año antes que Colón, quien hasta entonces solo había visitado islas.

Aquí surge la primera objeción: el único testimonio de aquel viaje es la Carta a Soderini, un documento presuntamente firmado por Vespucio en el cual daba cuenta de cómo aquel 17 de agosto habría tocado tierra en lo que reconoció como un nuevo continente. Sin embargo, los expertos no solo han cuestionado ampliamente la autoría y la autenticidad del relato, sino incluso la existencia de aquella expedición. No parece haber disputas, en cambio, sobre otros dos viajes sucesivos de Vespucio, aunque ya posteriores a la llegada de Colón al continente.

Las obras de Vespucio llegaron al Gymnasium Vosagense, una institución académica religiosa en Saint-Dié-des-Vosges (Francia). El grupo de geógrafos allí reunido, que incluía a Martin Waldseemüller y Matthias Ringmann, publicó en 1507 una Cosmographiae Introductio, anónima pero probablemente escrita por Ringmann, junto con un mapa del mundo firmado por Waldseemüller y una traducción de la Carta a Soderini. Tanto el mapa como el texto asignaban el nombre de América a un nuevo continente separado de Asia. “No veo qué derecho tendría nadie a objetar a que se llame a esta parte, por Americus que la descubrió y que es un hombre de inteligencia, Amerigen, esto es, la Tierra de Americus, o America: ya que tanto Europa como Asia obtuvieron sus nombres de mujeres”, decía la Introductio.

Algunos expertos sugieren que realmente fue Ringmann y no Waldseemüller quien bautizó a América y que el segundo se limitó a permitirlo, ya que en sus posteriores mapas no aparece esta denominación. Pero se da una curiosa circunstancia. Aunque cueste imaginarlo en los tiempos de internet, las redes sociales y las noticias al minuto, en el siglo XVI la información circulaba con extrema lentitud: en 1507 aún no había llegado a oídos de Ringmann que un tal Colón, fallecido el año anterior, había llegado al Nuevo Mundo antes que Vespucio. 

Tras la muerte de Ringmann, Waldseemüller dejó de utilizar el nombre de América en sus mapas, anotando simplemente que aquella tierra había sido descubierta por “Cristóbal Colón de Génova”. Pero ya era tarde. La obra de 1507 fue tan influyente que el nombre de América fue copiado por otros cartógrafos en trabajos sucesivos. En 1538 el célebre geógrafo Gerardus Mercator lo imprimió en su Orbis Imago, su primer mapamundi. Y el resto es historia. Por su parte, Vespucio falleció en Sevilla en 1512 sin saber que su nombre designaría todo un continente, un privilegio jamás alcanzado por otro ser humano