EL DERECHO A LA CIUDAD
Publicidad, contaminación visual en la ciudad
Por Salvador García Espinosa
Todas las ciudades presentan transformaciones en su paisaje urbano, de entre las más evidentes están aquellas que se derivan del avance tecnológico manifiesto en las construcciones, como son los materiales utilizados y la altura de las edificaciones. Otro caso, es el automóvil, en donde la incorporación de calles, señalización, espacios de estacionamientos, etcétera, han cambiado el paisaje urbano de todas las ciudades. Sin embargo, a diferencia de los anteriores, la publicidad como elemento de la ciudad, parece estar fuera de control y en muchas ciudades, constituye un elemento protagónico de la imagen urbana.
Tal vez, el ejemplo más evidente de este papel protagónico de la publicidad en la ciudad, es el caso de Nueva York, en la zona de Manhattan, donde en la intersección que forman la Séptima Avenida y la avenida Brodway, en este sitio se instalaron en 1904 las oficinas de uno de los principales diarios estadounidenses The New York Times, a pesar de que sólo permaneció ahí hasta 1913, las referencias a esta equina permanecieron bajo el imaginario del sitio del Times. Hoy en día, la denominación de Times Square refiere sin duda a un espectacular despliegue tecnológico de publicidad, donde los inmuebles arquitectónicos pasan a un segundo término pues han sido cubiertos con pantallas gigantes publicitarias y ya nadie recuerda o refiere a los edificios.
A excepción algunos pocos sitios como el señalado anteriormente, en el resto de las ciudades, se presenta una realidad muy distinta. Cuantos de nosotros, al transitar por la ciudad, hemos observado la gran cantidad y variedad de anuncios que existen, basta recorrer unas cuantas cuadras para darse cuenta de la presencia de señalamientos que anuncian la dirección y distancia de algunos establecimientos comerciales, aquellos anuncios producto de la organización de hoteleros para promocionar sus establecimientos y orientar al turista. Dentro de la señalética vial, no es extraño ver aquellos que corresponden a normas de carreteras federales y que anuncian alguna salida de la ciudad.
A los anteriores, hay que sumar la serie de anuncios publicitarios, que desafían a la imaginación, pues se instalan sobre banquetas, se cuelgan de las estructuras de los mal llamados “pasos peatonales”, algunos “encadenados” a los postes de concreto existentes, están los pendones amarrado en las partes altas de los postes. Además, existen los anuncios que publicitan los establecimientos comerciales y que muchas de las veces están autosoportado por postes que ocupan casi la mitad del ancho de la banqueta destinada a los peatones.
Como si lo anterior no fuera suficiente, en un breve espacio de dos cuadras de la ciudad, se encontrará también, con un sinnúmero de grandes espectaculares instalados en las azoteas de los edificios, además de aquellos anuncios en paraderos de autobuses, estos últimos integrados a la red de alumbrado público, esa que pagamos en el recibo de energía eléctrica bajo el concepto de “Derecho de Alumbrado Público (DAP)”. Pero no se extrañe de las bardas en las que se pintan de forma permanente propaganda política, los próximos conciertos musicales o el jaripeo de la semana.
En verdad, aunque se considere que de forma consiente resulta imposible leer y recordar todos los anuncios, este verdadero bombardeo de información, que a veces se acompaña de música, generan un ambiente por demás agresivo para todos los transeúntes. Pero es un hecho que permanecen en nuestro subconsciente e incluso comienzan a formar parte de nuestras referencias visuales para orientarnos en la ciudad. Pida orientación sobre como llegar a un lugar y seguro escuchara enunciados como: “Donde vea un anuncio de….”, “Hasta encontrar un negocio de….”, “Ve aquel anuncio alto….”, suplantando incluso referencias sobre nomenclatura de calles y no se diga de la “numeración oficial” de los inmuebles.
Lo que resulta aún más sorprendente que la cantidad de publicidad que “tapiza” nuestras ciudades, es la indiferencia y desatención de las autoridades para atender este tipo de contaminación visual. Pues a pesar de que, en la mayoría de las ciudades, como Morelia, existe una normatividad al respecto, ésta solo se aplica al momento de cobrar los impuestos para su autorización.
Evidencia de lo anterior, son los anuncios que permanecen durante años, mostrando claras evidencias de su deterioro, aún y cuando, por ejemplo, en el caso de Morelia, el Reglamento de Anuncios Publicitarios, señala en su artículo 18, que “son responsables solidarios con los dueños de los anuncios: I. Las personas físicas o morales dueñas de los predios y/o inmuebles, en que se instale y/o se tenga instalado un anuncio; II. Los contratistas quienes al ser requeridos para efectuar procedimientos y/o trabajos en un anuncio… III. Quienes realicen la colocación…” Entendiendo que “…La responsabilidad solidaria comprende el pago de los gastos y multas que se determinen y liquiden por la Tesorería, en virtud de irregularidades detectadas en las etapas de instalación y permanencia del anuncio…”
Sería en verdad una acción extraordinaria y de beneficio para todos los habitantes y visitantes de la ciudad, que las autoridades competendes realizarán una limpieza general, al retirar anuncios y vestigios publicitarios que ya no tienen sentido útil, que fueron instalados sin autorización o no vigentes. Y no se trata de grandes acciones para la foto, sino una campaña permanente, que recorra las calles de la ciudad para el retiro de publicidad En verdad, que el beneficio en términos de imagen urbana sería sumamente notablemente, pero aún más importante, el beneficio en liberación de espacios peatonales y la recuperación de remates visuales y perspectivas de la ciudad.