Conciertos musicales en la ciudad. La reflexión del Dr. Salvador García Espinosa hoy en “El Derecho a la Ciudad”

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Salvador García Espinosa

Hoy llaman la atención, y seguramente no pasan inadvertidos para nadie, los conciertos musicales que se han desarrollado en la ciudad en fechas recientes; inevitablemente se han propiciado diferentes interpretaciones de dichos espectáculos, y bajo el marco de pensar la ciudad, como espacio económico, político y social, se pueden hacer varias reflexiones al respecto:

Negocio público o privado

Hasta hace poco, la realización de conciertos constituía una estrategia empresarial de un grupo de promotores artísticos, que realizaban el financiamiento de giras artísticas y en consecuencia promocionaban fechas para la presentación de determinados artistas en teatros, plazas de toros, palenques, ferias y demás espacios para este tipo de eventos.

Ante este escenario, la inversión pública en muchas ocasiones se enfocó en la construcción de recintos para la realización de eventos, y de esta forma hacer que las ciudades recibieran diversos tipos de espectáculos, con el concebido impacto en la economía local. Pero a últimas fechas la realización de conciertos públicos, y por ende gratuitos, resulta cada vez más frecuente.

Bajo la lógica de que los gobiernos asumen el papel del empresario artístico, al buscar y contratar determinados artistas para fechas conmemorativas, se podría pensar que se trata de un negocio que permite acrecentar el presupuesto gubernamental, pero todo indica que no es así, sino que opera bajo otras lógicas de beneficios.

Popularidad política

El inusitado interés nacional por promocionar conciertos populares de acceso gratuito se ha ubicado en últimas fechas como una práctica política, originada por un interés que rinde culto a las ideas prácticas e inmediatistas, con la finalidad de conquistar la representatividad y el poder público. De ahí el marcado énfasis en publicitar el número de asistentes, como si se deseara que éstos fueran un indicador de los votantes y simpatizantes políticos.

Pan y circo

Sin duda, la primera idea que se viene a la mente se enmarca en el panem et circenses,esta frase que se originó durante el republicanismo de Roma y que ha llegado hasta nuestros días como “pan y circo”, como una expresión peyorativa sobre una práctica de los gobiernos en turno para mantener tranquila a la población, con la intensión de ocultar hechos controvertidos.

Economía turística

Se debe comprender que la globalización significa también el triunfo de la racionalidad económica en la vida social y política. De aquí que, como sociedad cada vez más unidos por lo utilitarismo y el pragmatismo, debemos comprender que el sistema financiero ha encontrado, en los espectáculos (conciertos, carreras de autos, torneos, etc.), un mecanismo para acrecentar la reproducción del capital, tal y como ocurre con el mercado inmobiliario en las ciudades, pero de forma más inmediata. De aquí que los gobiernos puedan justificar cualquier gasto como una inversión que derramará beneficios económicos. Estas cifras siempre son proporcionadas por las dependencias culturales o turísticas, pero nunca por las áreas financieras; de modo tal que se puede saber lo que se gastó, pero no el impacto real en la economía de la ciudad.

Aquí sólo se plasman tres vertientes distintas, pero no excluyentes sobre un mismo hecho, seguramente usted, amable lector, tendrá muchos otros enfoques dependiendo de su trabajo, experiencia e información. Pero algo que no debemos perder de vista es que la sociedad recibe una serie de códigos y significados a través de este tipo de conciertos, intencionados o no por parte de los gobiernos que están financiando dichos eventos. Al menos así lo demuestran hechos como las protestas por la presentación de determinados artistas, las exigencias de cancelar conciertos ante las amenazas de atentar contra los artistas o asistentes.

Podríamos afirmar que ahora se tiene una nueva dimensión política basada en la popularidad que otorgan los espectáculos masivos; pero lo que no debemos perder de vista es la necesidad de cuestionar el beneficio real que generan para la ciudad este tipo de eventos. Imaginemos, por ejemplo, que, para conmemorar un aniversario de la fundación de la ciudad, el gobierno en turno (federal, estatal o municipal) construyera un parque. Recordemos que la prensa señala montos de varios millones, incluso decenas de millones de pesos, dependiendo del artista, lo que cuesta llevar a cabo estos conciertos “gratuitos”. Al final, campañas políticas van y vienen, ganarán unos y perderán otros, pero de algo esté seguro usted, un parque lo seguiríamos usando en beneficio de todos y las generaciones futuras.