EL DERECHO A LA CIUDAD
CIUDAD POST-PANDEMIA (Segunda y última parte)
Por Salvador García Espinosa
El proceso de individualización que se acentúa en la sociedad actual, ha quedado de manifiesto con la pandemia, pues algunos aspectos que estaban presentes a una escala inicial, se aceleraron e incrementaron, para volverse práctica común. El hecho de que se modifique la vida urbana hace propicio el re-pensar, bajo nuevos esquemas, el equipamiento, espacios y servicios públicos, donde la escala de atención no sea la masificación, que hoy, caracteriza a la de las ciudades.
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Si Usted ha tenido la necesidad, durante la pandemia, de acudir a una sucursal bancaria, habrá observado que ahora lucen vacías, por los pocos usuarios que ingresan de forma simultánea, atrás quedaron aquellas inmensas sucursales para atender a cientos de personas, ahora, al menos durante la pandemia, han resultado ser más efectivas las pequeñas sucursales. Algo similar ocurre en muchos otros establecimientos como restaurantes, tiendas, etc.
Hoy en día, todos buscamos los horarios y espacios menos concurridos, lamentablemente las condiciones de salud pública, han modificado nuestras prácticas sociales antes, acudir a cualquier sitio, era motivo de encuentro y reunión, ahora, reducimos nuestra interacción social personal al mínimo. Pero seguramente esta situación tenderá a regularse con el tiempo, pero no, sin cambios que impliquen una modificación a la ciudad actual.
Basta recordar que aconteció con los baños, que inicialmente eran equipamientos muy especializados y públicos, luego junto con los avances tecnológicos y modos de vida distintos, en los que se incorporo un nuevo esquema de higiene personal, pasaron a ser familiares y a formar parte de las viviendas, hoy en día, incluso se han individualizado, pues algunas casas cuentan con baños en cada habitación.
Algo similar ocurrió con el reloj, producto de un consenso social para establecer una única medición del tiempo y poder regular las diversas actividades de los individuos, fueron tan relevantes en el ambiente colectivo, que ocuparon torres y campanarios, espacios protagónicos en estaciones de trenes, formaron parte del mobiliario urbano, hasta que poco a poco fue invadiendo la esfera personal e individual y se volvió un objeto de uso personal.
En todos los casos, los cambios si bien se originan en un aspecto social, terminan condicionando a los propios individuos. Pensemos que ha pasado con el teléfono, de ser un aparato muy poco común, el avance tecnológico permitió que se volviera un objeto personal. Pero los impactos de este cambio, han resultado inesperados y mucho menos controlables. Basta pensar lo común que resultaba que todos los miembros de una familia conocieran al menos, de nombre o vista, las amistades que tenían los demás miembros de la familia; hoy en día, los miembros de la familia prácticamente desconocen con quienes hablan o “chatean” los demás, aún y cuando estén en el mismo espacio.
También era común saber los gustos musicales de los abuelos, padres e hijos, pues escuchar música en un único aparado, disponible por casa, implicaba un ejercicio de consenso o en ocasiones de autoridad. Caso similar era la selección de una película para acudir al cine, representaba todo un ejercicio de negociación entre amigos o familiares, para acudir juntos. Hoy las plataformas digitales y la disponibilidad de aparatos, nos permiten hacer de esta práctica algo personal, tanto, que ni siquiera los demás miembros de la familia llegan a conocer nuestras preferencias. Como sociedad, ya hemos presenciado este tipo de cambios, recordemos lo grande que eran, hace unos 30 años, las salas de cine y como fueron disminuyendo su tamaño en la proporción en la que se incremento la cantidad de películas a exhibir.
Hoy los medios de comunicación existentes, han hecho posible reducir al mínimo nuestra movilidad, hasta considerar que el automóvil no resulta tan indispensable como se pensaba, en consecuencia, se han mejorado las condiciones ambientales en la mayoría de las ciudades y nos hemos dado cuenta de la cantidad de cosas que se pueden realizar en el tiempo que antes, se destinaba a traslados. En virtud de estas ventajas, todo hace pensar que el trabajo en casa y muchas actividades educativas continuarán realizándose desde el hogar, que nos volveremos más selectivos o consientes de los motivos que provoquen movilidad física y si ésta requiere, del automóvil.
Uno de los sectores de mayor crecimiento durante esta pandemia, han sido los negocios relacionados con la logística de entrega a domicilio. En la dimensión urbana, presenciaremos una modificación en los criterios de localización de las actividades comerciales, lo que supone cambios significativos, pues la ubicación de algunos establecimientos, no necesariamente tendrán que, estar disponibles físicamente en los centros comerciales, con los altos costos que esto implica, sino que ahora, pueden ubicarse bajo la lógica de un almacén cercanos y accesibles, pero en términos de las plataformas digitales.
Sin duda que un tema que hoy no se aborda por motivos de espacio, es el proceso de socialización necesario en todas las ciudades y a partir del cual se conforma el capital social, es decir, la interacción de individuos de distinto nivel económico en un mismo espacio que constituye la base de la movilidad social y que los espacios de interacción virtual, disponibles hoy, no satisfacen esta necesidad.
Los cambios en la ciudad que observaremos en los años subsecuentes serán paulatinos, pero significativos, tal vez, el más significativo, será la modificación del urbanismo tradicional, bajo el cual se realiza “el proyecto de ciudad” que luego se pretende imponer a través del establecimiento de una normatividad (zonificación de usos de suelo, densidades, alturas, etc.) para pretender soluciones permanentes, colectivas y homogéneas. Todo parece indicar, que esta práctica debe quedar atrás, se debe sustituir el “gran proyecto de ciudad” para atender lo que la sociedad demanda, pero en escalas más locales, como la colonia o barrio. Se trata, no de planear la ciudad, sino una mejor la vida de sus ciudadanos, donde se les garantice el abasto sin necesidad de largos desplazamientos que hagan indispensable el automóvil, priorizar la proximidad social segura y no confundirla con la densificación que se impulsa en aras de una falsa sustentabilidad urbana.
No se trata de conformar los grandes parques metropolitanos, sino de garantizar áreas verdes y espacios públicos seguros, asequibles e incluyentes en cualquier horario. Hoy en día, nuestra calidad de vida urbana, se encuentra estrechamente ligada a la seguridad pensada en términos de la violencia, en el futuro se verá modificada con las variables de seguridad, pero ligada a la sanidad.