
El Derecho a la Ciudad
ABANDONO DEL CAMPO POR LA CIUDAD
Salvador García Espinosa
Las recientes protestas y bloqueos carreteros protagonizados por productores y pequeños o medianos agricultores pueden considerarse, al menos en nuestra opinión, como la punta del iceberg; es decir, sólo muestran la parte más visible de un problema amplio, complejo y estructural que viene gestándose por lo menos desde mediados del siglo pasado.
Para comienzos del siglo pasado, concretamente en 1900, la población total de México era de 13.6 millones de personas, de las cuales solo 10.5% vivía en una de las 33 ciudades existentes, mientras que 89.5% habitaba en localidades rurales.
A finales de esa década surgió una crisis alimentaria que no solo obligó a importar grandes cantidades de maíz, sino que reveló la especulación y la desigualdad social que fortaleció al movimiento agrarista de Emiliano Zapata y su Plan de Ayala.
El crecimiento de la población urbana permitió que se conformaran tres ciudades más, para sumar un total de 36 en 1910.
El peso específico de la población rural ayuda a comprender por qué Venustiano Carranza promulgó la Ley de la Reforma Agraria el 6 de enero de 1915. Con ella se establecieron las bases para acabar con los latifundios y garantizar la redistribución de la tierra, una de las principales demandas revolucionarias.
Posteriormente, en 1917, este principio se incorporó a la Constitución en el artículo 27.Como saldo de los conflictos armados, para 1921 la población había disminuido y su recuperación fue lenta. En este periodo surgieron seis nuevas ciudades, lo que permitió llegar a 45 para 1930, aunque solo concentraban 17.5% de la población.
Por ello, la atención se centró en los conflictos agrarios. En diciembre de 1937, Lázaro Cárdenas decretó la jurisdicción federal en todos los asuntos relacionados con la tenencia de la tierra de comunidades originarias, y para 1940 estas disposiciones se incorporaron a la Constitución y al Código Agrario.
Entre 1930 y 1940, las ciudades con mayor crecimiento fueron la Ciudad de México, que alcanzó un millón de habitantes; Ciudad Juárez y Monterrey, impulsadas por la industria manufacturera; y posteriormente, con el desarrollo de la industria petrolera, Tampico y Villahermosa.
Pese a este crecimiento y al avance tardío de la Reforma Agraria en ciudades como Torreón y Orizaba, México seguía siendo esencialmente rural: solo uno de cada cinco habitantes vivía en alguna de las 55 ciudades existentes en 1940.
Por primera vez, la mayor parte de la población mexicana se concentró en ciudades hacia 1950. Surgieron 29 nuevas urbes, conformando un sistema urbano de 84 ciudades. El agotamiento del modelo agroexportador y la creciente participación de las manufacturas, junto con la industria petrolera, dieron pie al llamado “milagro económico”, en el que el PIB creció a una tasa anual de 5.8%.
Como era previsible, desde mediados del siglo XX el gobierno se enfocó en atender el crecimiento desmedido de las ciudades y sus problemas, relegando a las zonas rurales. Entre 1962 y 1970, el PIB registró su mayor crecimiento (7.1% anual). La agricultura perdió casi 25% de su importancia relativa en el PIB, mientras que la minería cayó 40%. En esa década se sumaron 50 nuevas localidades urbanas, alcanzando un total de 174 ciudades en 1970.
La tendencia urbana se consolidó como política de Estado con la creación, en 1976, de la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (SAHOP) y de la Ley General de Asentamientos Humanos. El objetivo era planificar y regular el desarrollo urbano, así como la construcción de vivienda y la extensión de servicios públicos urbanos. Para 2020, prácticamente ocho de cada diez mexicanos vivían en alguna de las 453 ciudades existentes.
Sólo 5.8 millones de personas se empleaban en actividades agropecuarias y pesqueras. Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, la agricultura ocupaba a cerca del 13% de la población total. Surge entonces una pregunta inevitable: ¿dónde se cultivan los alimentos que consumimos?
Hoy México importa 25 millones de toneladas de maíz, principalmente de Estados Unidos, Brasil y Sudáfrica. La apertura comercial y la globalización económica han permitido cubrir buena parte de la demanda de productos agropecuarios en las ciudades mexicanas.
Sin duda existen múltiples factores que explican este fenómeno, pero uno de ellos es que la mayoría de las acciones gubernamentales, en sus distintos niveles, se evalúan desde la óptica de las personas beneficiadas —o mejor dicho, de los votantes influenciados—, lo que ha contribuido al abandono del campo y al desvío histórico de apoyos hacia la población urbana.
Hoy se requieren apoyos significativos para el campo, que fortalezcan a las familias agricultoras. Actualmente solo es rentable para los grandes productores tecnificados que se enfocan en cultivos de alto valor comercial, como aguacate, cítricos o berries, situación que compromete la soberanía alimentaria del país.




