Un vehículo que podía sumergirse bajo el agua… ¿y permanecer allí? Durante la Guerra de la Independencia de Estados Unidos, un colono estadounidense construyó un vehículo sumergible experimental que George Washington calificó de “esfuerzo de genio”.
Los sumergibles se asocian a las actividades científicas y turísticas más modernas. Pero la idea es mucho más antigua de lo que se cree. De hecho, uno de los primeros sumergibles data del siglo XVIII y de la Guerra de la Independencia estadounidense (1775 – 1783).
El Ejército Continental era peleón y decidido, y a menudo recurría a tácticas de guerrilla contra el ejército británico, más tradicional. Ambos bandos realizaron inventos de necesidad durante la guerra: la tinta invisible permitió a los espías del bando de los colonos eludir a los censores británicos sin levantar sospechas, mientras que el rifle de retrocarga permitió a los británicos experimentar con armas más eficaces.
Pero nadie parece haber visto venir la guerra submarina, excepto los colonos rebeldes.
Mientras estudiaba en lo que hoy es la Universidad de Yale (Estados Unidos) en 1775, el hijo de un granjero llamado David Bushnell observó el desarrollo de los primeros días de la revuelta e imaginó cómo sería la guerra si fuera posible llevarla a cabo bajo el agua. Bushnell tenía una mente inquieta y había jugado con diversos inventos para ayudar a la causa de los colonos.
Bushnell creía que la guerra naval sería clave para la Revolución; después de todo, la Corona británica importaba sus regimientos de casacas rojas por barco y ya estaba utilizando su destreza naval para bloquear a los colonos rebeldes y obligarles a rendirse. Pero Bushnell quería luchar contra los barcos británicos de una forma nueva: desde debajo del agua. Para ello, empezó a construir una nave experimental que podía sumergirse y permanecer bajo el agua, permitiendo a su operador bombardear otras embarcaciones con un explosivo temporizado.
No está claro qué parte de la idea de Bushnell era única y qué parte procedía de innovaciones europeas anteriores en materia de guerra naval. Es probable que Bushnell se inspirara en los relatos de inventores holandeses como Cornelis Drebbel, que había creado el primer submarino funcional en 1620. Lo que está claro es que Bushnell acabó poniéndose en contacto con otros simpatizantes revolucionarios, entre ellos el relojero local Isaac Doolittle, que fabricó algunos de los instrumentos de precisión necesarios para su nueva máquina.
Y vaya máquina: Bushnell imaginó un recipiente en forma de barril en el que cabría un operario, encerrado en dos mitades en forma de caparazón que dieron al aparato su nombre, el Tortuga (Turtle en inglés). En el interior del orbe de casco de roble, el operario utilizaría lastre y una bomba para inundar de agua la parte inferior de la embarcación hasta sumergirla.
El operador disponía entonces de unos 30 minutos de oxígeno para respirar mientras propulsaba la nave hacia su objetivo con un par de hélices accionadas a mano y a pie y un timón, utilizando la luz de las ventanas para navegar. Una vez alcanzado el barco enemigo, el operador podía utilizar un primitivo accesorio similar a un taladro en el casco de la Turtle para abrir un agujero en el objetivo, llenarlo con un arma temporizada y alejarse a toda velocidad sin ser detectado antes de que explotara.