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EL DERECHO A LA CIUDAD

Una vista a la Morelia Tridentina 

Por.- Salvador García Espinosa y Daniel Reyes Cázares

La ciudad es una suma de acontecimientos históricos en un mismo espacio geográfico, de aquí, que lo que hoy observamos es una síntesis espacio-temporal de muchos modos de vida.

En este constructo social permanente que denominamos ciudad, sus inmuebles dejan claro testimonio de sus diferentes etapas, tal es el caso de los templos católicos que hoy constituyen una de sus principales características de la imagen urbana del Centro Histórico, como huella de la época en la que la Iglesia era el principal eje de la ideología social. En un entorno donde los testimonios tangibles predominan, resulta interesante observar evidencias de otras prácticas sociales menos evidentes, pero no por ello, menos importantes. Tal es el caso de la misa dominical que se celebra en una pequeña capilla conocida como La Columna, ubicada en la calle Bartolomé de las Casas número 16 del Centro Histórico, lo particular de esta misa, es que se celebra bajo el antiguo rito Tridentino.

Para contextualizar este hecho, es preciso señalar que la Iglesia Católica ha celebrado 21 concilios y el último fue el  Concilio Vaticano II, celebrado 1959 a 1965, convocado por el papa Juan XXIII y concluido por el papa Pablo VI. Este Concilio tenia entre sus objetivos promover el desarrollo de la fe católica, lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles y de forma preponderante adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo, así como lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales. Como uno de los resultados del Concilio, el 7 de marzo de 1965 se celebró por el papa Pablo VI, la primera misa ya no es latín, sino en italiano por ser el idioma de los fieles italianos. Así entraba en vigor el Decreto sobre Liturgia del Concilio Vaticano II.

Pues en Morelia, los domingos se lleva a cabo una misa según el rito romano, anterior al Concilio II, es decir, en latín, como principal característica, pero de entre otros elementos significativos esta la distribución de los fieles, pues las mujeres se ubican del lado derecho de la capilla, con la cabeza cubiertas con velos o pañoletas, en vestidos y blusas de manga larga y de lado izquierdo de la capilla, los hombres todos con pantalón “de vestir” y camisa. A las 12:00 horas, una campanilla anuncia el inicio de una procesión que comienza por una cruz alta y ciriales, un sacerdote revestido con el ornamento antiguo y auxiliado por sus acólitos con sus sotanas en el mismo tono; un canto en latín anuncia el inicio de la misa con la bendición que el sacerdote hace de los asistentes con aspersorium aquae sanctae esparcen agua bendita, comenzando siempre por los hombres y terminando por las mujeres, preferencia ésta que se observa durante toda la misa.

El uso del latín y la presencia del Sacerdote de espaldas a los feligreses, resulta sumamente contrastante, pues el papa Pablo VI, expresó, a propósito del Concilio II, que “..La norma fundamental, de ahora en adelante, es la de rezar comprendiendo el sentido de cada frase y de cada palabra..”. En el caso de la misa dominical del templo de La Columna el uso del idioma latín se observa las escrituras y una homilía en español que explican y orientan a los asistentes en la eucaristía y en el rito de la consagración se hace en oraciones en voz baja en latín, casi inaudible, pero los asistentes siempre atentos, pasando al rito de comunión distinta en donde los hombres pasan primero y se hincan justo al inicio del altar y posteriormente lo hacen las mujeres. Se pasa luego a otra lectura del evangelio de San Juan y se concluye de la misma manera en que se inició, con la procesión en que se despide al sacerdote. Es importante mencionar que en todo momento el sacerdote estuvo de espalda a nosotros y de frente al altar, salvo el momento en que se llevó a cabo la homilía en que estuvo de frente al pueblo; por otro lado, siempre estuvo con un purificador (tela) en su antebrazo izquierdo y siempre auxiliado por cinco acólitos.

El derecho que tenemos todos los ciudadanos sobre la ciudad, nos obliga no sólo a ejercer nuestros derechos y asumir nuestras obligaciones, sino a conocer y respetar las prácticas sociales y espacios utilizados por todo lo que acontece en la ciudad, pues esta diversidad manifiesta de la complejidad social, es la principal característica de las urbes mexicanas.