No es el fin del mundo, pero 2020 ha despertado nuestros miedos más profundos: lo que hemos aprendido

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Se puede comparar con la crisis financiera internacional (2008), el ataque a las torres gemelas (2011) o la bomba atómica (1945).

2020 cambió nuestro comportamiento. Entre otras cosas, aprendimos a no controlar, a valorar las relaciones, a consumir solo lo que podemos, a estar con nosotros mismos ya vivir a diferentes velocidades.

Nos agarró por sorpresa y, aunque no fue el apocalipsis, despertó todos los miedos habidos y por haber que puede despertar un enemigo mortal e invisible. El 2020 nos trajo no solo una pandemia que nos ha cambiado de era -nos hizo asumir y despojarnos de nuevas y viejas conductas- sino un mapa político, económico y antropológico que apenas empezamos a conocer.

2020 es un año muy inusual, y la Clínica Mayo se ha dedicado a investigar problemas mentales, emocionales y de comportamiento y a ofrecer una variedad de sugerencias para enfrentarlos. Pero si no somos nosotros los mortales quienes sabemos lo que sucedió que hizo de este capítulo un capítulo importante e independiente, no sabemos la duración de su continuación y el impacto general.

La pandemia trajo el confinamiento y el confinamiento, a su vez, la necesidad de estar todo el día conviviendo con nosotros mismos, sin la distracción del apuro para salir a la oficina, la parada en el súper, las citas de los niños, las fiestas, las reuniones, las actividades extras. Estar, estudiar y trabajar en casa nos obligó a convivir sin remedio con quienes somos. Afloraron nuestros miedos y encontraron espacio nuestros pequeños placeres.