Muere el Perro Aguayo, una de las leyendas de la lucha libre mexicana

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Pedro Aguayo, uno de los mayores villanos de El Santo, ha fallecido este miércoles a los 73 años

La lucha libre mexicana ha perdido a uno de sus villanos favoritos. Pedro Damián Aguayo (Nochistlán, Zacatecas; 1946), el Perro Aguayo, ha fallecido este miércoles a los 73 años, según ha informado su familia y el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), sin dar detalles del motivo de su fallecimiento. Era uno de los combatientes que prefirió saltar al cuadrilátero sin máscara. En cambio lucía unas botas y un chaleco que simulaban tener el pelaje de un can. Era el villano de México.

Dentro de la cosmovisión de la lucha libre de México existen dos bandos: los técnicos, bien entendidos como los buenos y honestos, y los rudos, los que a basan su espectáculo en artimañas y excesiva violencia. El Perro Aguayo era el rudo mayor y fue uno de los últimos rivales de El Santo, el gran luchador mexicano de los setentas y ochentas. Aguayo se abrió paso en el circuito con luchas que terminaban con el ring salpicado de sangre. Las cicatrices en su rostro lo hacían evidente. Le gustaba retar a sus oponentes enmascarados para pelear por su máscara y, si el Perro Aguayo perdía, tenía que raparse. 

Una de las luchas que más se le recuerdan fue contra El Santo en 1975 en Ciudad de México, en la que puso en juego su larga melena frente al ídolo mexicano. Esa noche de octubre, el Perro Aguayo recibió una tunda que le provocó distintos cortes en el rostro y no pudo desvelar, sobre el ring, del enmascarado de plata que brilló en las películas.  Aguayo también fue un producto de exportación. Ganó fama en Japón y en Estados Unidos -con paso en la WWF, ahora WWE– durante la década de los 80 por su agresivo estilo. Uno de los movimientos que patentó se llamó la “lanza zacatecana” que consistía en saltar sobre el rival postrado en la lona y caer con los pies rectos sobre el pecho. El profesional mexicano de lucha libre se retiró en marzo de 2001.

El linaje del Perro Aguayo continuó con su hijo, Pedro Aguayo Ramírez, quien no dejó de lucir las estridentes botas hasta su muerte en 2015. Aquella noche de marzo, en Tijuana, el vástago del rudo de rudos sufrió un golpe en las cervicales y eso le provocó un paro respiratorio. El gremio de luchadores se unió para intentar protegerse bajo la ley en cuestiones médicas, seguridad social, protección para el retiro, pero solo terminó en un intento de ley federal. Pedro Aguayo se alejó de la escena pública. Una de las últimas apuestas del Perro Aguayo fue en 2005 junto con su hijo: ambos apostaron sus melenas contra Cien Caras y Máscara Año 2000. Triunfaron, con trampa incluida, y se fundieron en un abrazo, uno eterno. 

El País