Lo público en disputa; hoy en El Derecho a la Ciudad, del Dr. Salvador García Espinosa

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El Derecho a la Ciudad

LO PÚBLICO EN DISPUTA

Salvador García Espinosa

Hoy, los medios de comunicación y la tecnología nos permiten estar informados en tiempo real, pero también es cierto que nos someten a una dinámica de inmediatez que propicia que olvidemos las noticias que leímos una hora antes o por la mañana. Por esta razón, decidí destacar en este espacio dos eventos acontecidos la semana pasada.

Primer evento. Aconteció en la Ciudad de México; se trató de una protesta de dos grupos: mujeres víctimas de la violencia y familiares de mujeres desaparecidas. Como parte de su protesta instalaron una escultura de madera de 1.90 metros de altura, que representa a una mujer con el puño en alto. La protesta tuvo lugar en el pedestal en que, hasta octubre del año pasado, se encontraba la escultura a Cristóbal Colón donde, recientemente, las autoridades capitalinas pretendían colocar la escultura “Tlalí” en homenaje a las mujeres indígenas.

Conviene destacar que una de las integrantes de la manifestación señaló: “Después de la gran pelea y controversia por la estatua de Colón, creo que hay mujeres que se merecen estar ahí; es un monumento que va a representar el trabajo de muchas que ya murieron, que quedaron en el camino”. En la argumentación por legitimar su propuesta de monumento señalaron que: “Es público el escándalo en que devino el intento de imposición de una figura que no representa nada ni a nadie…”. Y refiriéndose a las autoridades capitalinas, sentenciaron: “Ustedes decidan la figura. Nosotras renombramos la Glorieta. Sea cual sea su decisión…, este lugar es desde ahora la ´Glorieta de las Mujeres que Luchan´, y estará dedicada a aquellas que, en todo el país, han enfrentado las violencias, la represión y la revictimización por luchar por injusticias”.

Segundo evento. En la capital michoacana, el pasado sábado 25 de septiembre se llevó a cabo una nutrida manifestación de personas de todas las edades, aunque en su mayoría jóvenes, que protestaron al cumplirse un año del asesinato de Jessica González Villaseñor, y aún no haber condena para su agresor.

Desde las primeras horas de la mañana, en el Centro Histórico de Morelia, las aguas de las fuentes coloniales se tiñeron de rojo, como muestra de protesta para denunciar la violencia. Más tarde se plasmaron cientos de manos de color rojo en la fachada y banquetas del edificio de Palacio de Gobierno, donde se colgó una manta con la leyenda: “Hoy hace un año me asesinaron brutalmente y no hay justicia”.

Seguramente, escucharemos declaraciones respecto del daño a los edificios históricos, que en otras ocasiones ya hemos leído y escuchado; como si el gobierno, a través de los medios de comunicación, pretendiera que las personas establezcan un balance de la legitimidad de las protestas versus la relevancia de los monumentos históricos.

Sobre el primer evento, la jefa de Gobierno de la CDMX se adelantó a señalar que: “Se analizará si se queda la escultura impuesta por el colectivo feminista, o se elige otro espacio para su instalación”, sin duda que dicha declaración es un claro ejemplo de lo “políticamente correcto”, pero también expresa la miopía gubernamental y el porqué existen este tipo de manifestaciones.

Debemos comenzar por comprender que el espacio público de la ciudad es una construcción cultural de la forma en la que el gobierno, históricamente, ha pretendido que veamos el pasado, con los valores y la estética que predominan en una época, y donde hoy parece, a juzgar por las manifestaciones, que no hay cabida para el presente.

No se lucha por lograr un espacio para poner el monumento de protesta, o que la autoridad señale dónde permitirá protestar; se trata de que nuestra realidad está constituida por presencias y ausencias, por elementos que se manifiestan y otros que se esconden, pero, aun no visibles, siguen ahí. Por esta razón, hoy la sociedad habla de “visibilizar”, porque es evidente la necesidad de percibir lo evidente, de hacer visible lo que para la estructura del gobierno no parece existir; pero que toda la sociedad ve, e incluso, desafortunadamente, forma parte de su cotidianeidad, pero no hay que confundir cotidiano con aceptación o resignación.

La legibilidad semiótica de un paisaje, en este caso del paisaje urbano, consiste en el grado de descodificación de sus símbolos, así que, en todos los casos, no se debe olvidar que la ciudad es un constructo social fuertemente impregnado por lo cultural, en donde la objetivación de lo cultural, como el caso de los monumentos, pasa a un segundo término; sea la glorieta a Colón o del Palacio de Gobierno, la sociedad no actúa sobre ellos en cuanto a su materialidad, sino en cuanto a lo que representan ideológicamente.

Se trata de buscar una impronta en el espacio público de la ciudad, en ese espacio que controla el gobierno, ante la carencia de espacios para atender las demandas sociales; no se trata de “escucharlos”, sino de que se atiendan y resuelvan los problemas que aquejan a la sociedad, aun y cuando muchos de sus integrantes no se manifiesten para reclamarlo.

En este contexto, la apropiación del espacio público de la ciudad, por parte de la sociedad, representa arrebatarle a la autoridad su esencia, lo colectivo de lo público que, vigila y resguarda el gobierno como su representante social.

Hoy, conviene que todos, más aún las autoridades de todos los niveles de gobierno, tengamos presente que las manifestaciones, erróneamente calificadas como feministas puesto que no son exclusivamente de mujeres, constituyen una lucha social, que en el reclamo de la seguridad ha encontrado una causa que va más allá de género, posición económica, etnia, edad o cualquier otro rasgo a través del cual se busca sectorizar a la sociedad.