Las principales amenazas que acechan a los océanos

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La sobrepesca, los residuos plásticos, la acidificación de las aguas y el cambio climático son solo algunos ejemplos de las principales amenazas que acechan a los océanos. Las organizaciones conservacionistas llevan tiempo advirtiendo que el deterioro de las cuencas oceánicas y sus ecosistemas nos pasarán una gran factura a nivel global. ¿Estamos a tiempo de evitarlo?

Los océanos son vitales para nuestra supervivencia, pero la mayoría de las aguas del planeta son internacionales, con lo que no están sometidas a ningún tipo de regulación que garantice su protección. Y sin políticas eficaces de conservación, los ecosistemas marinos están abocados al declive, ahogados por la sobrepesca y degradados por la contaminación de unas aguas a las que cada año llegan de media unos 8 millones de toneladas de residuos plásticos. Estas son las principales amenazas que podrían causar daños irreversibles en las cuencas oceánicas si no se atajan a tiempo.

SOBREPESCA

La pesca insostenible es una de las mayores amenazas de los océanos. Las flotas pesqueras han ganado en tamaño y potencia desde la década de 1950, pero debido a le explotación de los recursos del mar han de invertir cinco veces más esfuerzo para obtener el mismo volumen de capturas. En otras palabras, hay menos peces que pescar.

Prácticamente todos los océanos han sufrido los estragos de la sobrepesca. Con unas pocas excepciones notables, como las pesquerías bien gestionadas de Alaska, Islandia y Nueva Zelanda, el número de peces disponibles es hoy una fracción de lo que fue hace siglos. Los biólogos marinos difieren respecto a la magnitud del declive, pero todos coinciden en que hay demasiados barcos pesqueros para tan pocos peces.

PROTECCIÓN INSUFICIENTE DEL MEDIO MARINO

Aunque se estima que más de un 70% de la superficie terrestre está cubierta de agua, se calcula igualmente que menos de un 5% de los océanos están protegidos, y los que lo están no cuentan con medidas efectivas que garanticen esa protección.

TURISMO Y DESARROLLO URBANÍSTICO.

El desarrollo urbanístico afecta las costas de todo el planeta. Los efectos sobre el medio ambiente de la necesidad de satisfacer nuestras demandas habitacionales tienen un importante efecto en los ecosistemas costeros, especialmente en aquellos lugares con una alta densidad de población. Las zonas costeras son algunas de las más productivas y biológicamente diversas del planeta, pero también son los más densamente pobladas. Según las Naciones Unidas, el 60% de toda la población mundial vive a 60 kilómetros de la línea de costa.

Además, el 80% del turismo internacional se desarrolla en zonas costeras, con playas y arrecifes de coral entre los destinos más populares. El desarrollo de esos complejos, para cuya construcción se levantan diques y presas, está diezmando seriamente estos ecosistemas.

Transporte marítimo internacional.

Cada día, decenas de miles de barcos mercantes navegan por los océanos del mundo, transportando todo tipo de mercancías, desde alimentos y combustible hasta materiales de construcción, productos químicos o gran parte de todos esos artículos que compramos en las grandes superficies. En su trayecto, estas enormes masas flotantes siguen la ruta de las denominadas autopistas marítimas, cuya estela de contaminación puede apreciarse incluso a través del espacio (en las imágenes tomadas por el satélite Sentinel de la ESA se aprecia una línea recta situada en el Océano Índico en la parte más meridional del subcontinente indio, al sur de Sri Lanka). A medida que esas rutas comerciales se van congestionando cada vez más, aumentan otro tanto los niveles de contaminación, tanto atmosférica como acústica, además de la probabilidad de sufrir derrames de combustible.

CONTAMINACIÓN DE LOS OCÉANOS.

Según apuntan desde WWF, más del 80% de la contaminación marina proviene de actividades terrestres. Desde los pesticidas hasta las bolsas de plástico, la mayoría de los desechos que producimos en tierra van a parar a los océanos, ya sea a través del vertido deliberado o de la escorrentía de las aguas a través de ríos y desagües.

Mención especial merecen los vertidos de petróleo, un combustible del que se calcula que acaba en el mar no solo por los derrames o las filtraciones de los buques de transporte de crudo, sino también a través de los los desagües de las ciudades, adonde desembocan los restos de combustible usados en procesos industriales.

Además, las aguas de escorrentía llenas de fertilizantes procedentes de granjas o explotaciones agrícolas son un gran problema para los ecosistemas costeros. Todos esos nutrientes adicionales procedentes de los fertilizantes causan un fenómeno llamado eutrofización, florecimiento masivo de algas que agotan el oxígeno disuelto del agua, acabando con gran parte de la fauna marina, como ocurrió recientemente en el Mar Menor.

RESIDUOS SÓLIDOS.

Bolsas de plástico, globos, botellas de vidrio, zapatos, material de embalaje… todo lo que no se elimina o se recicla acaba en el mar, convertido en el gran basurero de la humanidad. De entre toda esa basura, preocupa especialmente la compuesta por plástico, ya que se descompone muy lentamente, y amenaza seriamente a los ecosistemas marinos y contaminando los océanos desde las costas hasta las profundidades.