El Derecho a la Ciudad
LA QUINTA FACHADA DE LA CIUDAD
Salvador García Espinosa
Es muy común que el análisis de la ciudad se realice a partir de la relación entre edificaciones y espacios abiertos, esta práctica permite comprender por qué los aspectos reglamentarios en materia urbana atienden lo relacionado con las fachadas, las alturas, la densidad y los usos de suelo. Sin embargo, las condiciones y características de las azoteas, techumbres y cubiertas, la mayoría de las veces, pasan inadvertidas.
Desde una perspectiva arquitectónica se suele llamar fachada “principal” a la vista principal de una construcción donde se ubica el acceso principal; la idea que subyace ante tal planteamiento, es que existen fachadas secundarias o de menor importancia, como las laterales o posteriores. Usualmente, si se piensa en las cuatro posibles fachadas de una casa (Norte, Sur, Este y Oeste), existe otra fachada olvidada o residual que corresponde al techo, azotea o cubierta.
Desde 1926, el francés Charles-Édouard Jeanneret-Gris, más conocido como Le Corbusier, formuló cinco puntos para esa nueva arquitectura que caracterizó al Movimiento Moderno, y uno de estos conceptos fue el denominado quinta fachada, en que la intensión era recuperar las azoteas de los edificios de las ciudades para el uso y esparcimiento de los habitantes de los edificios; en otras palabras, se les asignaba una utilidad social a las azoteas.
En sus Cinco Postulados sobre la Arquitectura Moderna (1926) se reclama la necesidad de devolver a la azotea el “área verde” que la construcción ha quitado. Aunque años después se cuestionó al Movimiento Moderno, es preciso recuperar, a pesar de los años, este planteamiento que ha demostrado con las nuevas tecnologías constructivas, entre otras cosas, que un tratamiento distinto a las azoteas posibilita mejorar el confort de las viviendas.
La realidad hoy en día es que las techumbres y azoteas se encuentran ocupadas por una infinidad de instalaciones técnicas, aparatos de aire acondicionado, instalaciones de los elevadores, captadores solares, tinacos, antenas, e incluso, anuncios de los denominados “espectaculares”. Muchos de nosotros podemos pensar que “no se ven” o pasan desapercibidos en el contexto urbano, pero la realidad es muy distinta. Hoy más que nunca, se gestan cambios con respecto a esta quinta fachada.
Hay que comprender que si bien, hasta mediados del siglo pasado, las edificaciones en la ciudad eran muy similares en su altura, se debe a que predominaban las construcciones de uno o dos niveles de altura. En la actualidad se observa, cada día, una mayor cantidad de edificios cada vez más altos que han modificado no solo el perfil urbano de la ciudad del siglo XXI, sino la perspectiva que tenemos sobre la ciudad, cada vez más de forma cotidiana.
Casi cien años después del planteamiento de Le Corbusier, hoy en día, la quinta fachada comienza a ser tema relevante en la arquitectura bajo propuestas como la de “techos verdes”, que se han vuelto muy populares gracias a los avances en materiales y sistemas de impermeabilización. Incluso hay ejemplos de verdaderos huertos urbanos instalados en techos de edificaciones a los que se le atribuyen ventajas que, van más allá de lo estético, como la absorción de CO2, la generación de oxígeno, el aislamiento térmico ante la incidencia solar y el aprovechamiento de agua pluvial.
En algunos centros históricos, como el de Morelia, se observa que en las edificaciones históricas las azoteas se han acondicionado para lograr su utilización como bares, restaurantes y terrazas, lo que, sin duda, representa una ampliación del área rentable. Sin embargo, este beneficio económico no parece corresponder a la calidad del diseño utilizado para la adaptación de dichas azoteas. Lamentablemente la proliferación de toldos y cubiertas de lámina conforma una imagen urbana de “provisional” y “temporal” que contrasta con el carácter patrimonial de los centros.
La situación descrita, constituye un deterioro de la imagen urbana, pues no sólo se modifica la relación visual entre lo edificado y el entorno geográfico, como montañas, volcanes, cerros y valles circundantes a la ciudad, sino que se modifican los remates visuales que observa el peatón, así como el perfil urbano de la ciudad.
En la medida en que las autoridades pongan atención para normar y regular el adecuado aprovechamiento de las azoteas, se podrá potenciar su uso e integración a la calidad de vida urbana, ya sea desde lo económico, con usos de suelo rentables, desde la perspectiva ambiental con la generación de áreas verdes, rubro en el que los edificios públicos pueden contribuir con espacios propicios para el encuentro social en zonas densamente edificadas, como son los centros históricos.