La brecha del miedo

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Morelia, Mich.- 01 de agosto de 2022.-Cuando hablamos de brecha de género nos
referimos a la unidad de medida que muestra la distancia entre mujeres y hombres respecto
a un mismo indicador, respecto a las oportunidades de acceso y control de recursos
económicos, sociales, culturales y políticos, entre otros.

Sin embargo, la brecha que no se visibiliza es la brecha del miedo. Son las mujeres las que
se sienten más miedo en el espacio privado y público que los hombres.

Como cada trimestre, el INEGI dio a conocer los resultados más recientes al mes de junio
de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), en donde la percepción de
inseguridad en los hombres no hubo un cambio estadísticamente significativo, en cambio,
en las mujeres la percepción de inseguridad ha mostrado un incremento sostenido desde
hace varios meses.

En junio la percepción de las mujeres era de 10.4 puntos mayor que la de los hombres. En
esta última medición, el diferencial fue de 12 puntos porcentuales.

Una de las causas de esta diferencia es la alta prevalencia del acoso y la violencia sexual
contra las mujeres en las zonas urbanas del país, particularmente en los espacios públicos.

Lo que hay detrás de esta percepción de inseguridad de las mujeres es que de cada una,
cuatro mujeres sufrió alguna forma de intimidación sexual (piropos sexuales u ofensivos,
mensajes o insultos de corte sexual por vía del celular o redes sociales, etc); una de cada 15
enfrento alguna forma de abuso sexual (manoseos, tocamientos, exhibicionismo, etc.); una
de cada 50 fue víctima de acoso o hostigamiento sexual (intercambios humillaciones u
ofensivos de actos sexuales por bienes o dinero); y una de cada 90 fue víctima de un ataque
sexual. (ENSU,2022).

Como en la brecha de género la brecha del miedo entre mujeres y hombres se da sólo por el
hecho de ser mujer, una de las explicaciones de este lastre social, lo han señalado expertas
y expertos en sociología y en género, al concebirse el cuerpo de la mujer como la
colonización masculina. Es decir, en las relaciones entre lo masculino y femenino, existe
un proceso de “domesticación” de las mujeres que comienza con la sublimación o
exaltación del cuerpo y que luego se convierte en una “extensión del dominio masculino”,
un territorio en el que se depositan el insulto y la ignominia de la “testosterona tóxica”.