¿Funciona el elevador social? (2da parte) El análisis del Dr. Salvador García Espinosa

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El Derecho a la Ciudad

¿FUNCIONA EL ELEVADOR SOCIAL?

(Segunda y última parte)

Salvador García Espinosa

Sin lugar a dudas, un mayor grado de educación conlleva a más posibilidades de empleo y, sobre todo, un mayor ingreso económico, sin embargo, esta aparente relación no resulta tan directa, e involucra muchos y muy diversos factores.

Lo primero que debe considerarse es que México está transitando de una población donde predominaban los menores de edad a una donde los jóvenes son la proporción más importante. Existe algo que se llama índice de dependencia, y que ilustra la cantidad de personas que no trabajan y que en promedio dependen de aquellos que trabajan. Este índice en 1950 era de 87.21, de 64.55 para el año 2000 y de 50.23 en el 2020. En otras palabras, cada vez deben trabajar más personas para mantenerse a sí mismas. A mediados del siglo pasado, por cada trabajador dependían entre 8 y 9 personas, hay que recordar ese esquema común en el que sólo el padre de familia trabajaba y la esposa e hijos dependían de su ingreso. Hoy en día, por cada dos personas que trabajan, en promedio depende una persona que no trabaja.

El avance en el promedio de escolaridad de la población de 15 años y más ha sido consistente en México; era de menos de un año, para fines de 1950, aumentó a 2.6 años para 1960, a 3.4 años en 1974, 6.5 años en 1990, 7.6 años en el 2000 y en el 2020 fue de 9.7 años, lo que equivale al primer grado de bachillerato. Como se observa México incrementa, en promedio, un año de escolaridad por cada década.

Claro está que este promedio varía mucho, se observan a cada una de las entidades federativas, la Ciudad de México, por ejemplo, presenta el mayor promedio con 11.5 años de escolaridad, seguida de Nueva León con 10.7 años, y Querétaro con 10.5 años promedio. En contraposición, la entidad con menor promedio de escolaridad es Chiapas, con apenas 7.8 años, Oaxaca con 8.1 años en promedio, Guerrero con 8.4 años y Michoacán con 8.6 años de escolaridad promedio.

La disparidad anterior, como es de esperar, encuentran explicación en los estudios que relacionan el promedio de escolaridad con el tamaño de la localidad en que se habita, identifican que los niveles de instrucción más altos se presentan en la población que habita las ciudades de mayor tamaño. El promedio de instrucción educativa para quienes habitan en una ciudad con más de un millón de habitantes es de 10.89 años, mientras que para las localidades de entre 150 mil, pero menores a un millón, es de 9.82 años, de 8.84 para los habitantes de localidades con población mayor a 2,500 pero menor a 15,000 habitantes, mientras que para las localidades menores a 2,500 habitantes la escolaridad promedio es de tan solo 7.24 años.

Lo anterior conlleva una alarmante realidad, el acceso a la educación se ve fuertemente condicionado por la localidad en la que se vive, más aún para la educación superior, basta observar que las instituciones de educación superior se ubican en las ciudades con mayor población. Se deben instrumentar acciones tendientes a acercar la educación al mayor número de personas, sin importar el tamaño de las localidades en las que habita. Solo así se podrá contrarrestar la alarmante cifra de que de cada cien niños que inician su educación primaria, únicamente 27 logran concluir una carrera universitaria.

Bajo el marco anterior, no solo se trata de calidad educativa, sino la accesibilidad a la educación. Si bien, mejor educación conlleva un mejor trabajo, hay que considerar que la educación hace que haya movilidad en los jóvenes, pero para que esta movilidad social alcance a los adultos, se requiere de una capacitación permanente y accesible, siempre y cuando haya crecimiento económico.

Ahora bien, se considera que el crecimiento económico es un factor sine qua non para hacer que la educación se traduzca en movilidad social, pero es fundamental que exista pertinencia entre los programas educativos y los sectores productivos sobre los que se impulsa el crecimiento económico. Además, un factor de incidencia para determinar la competitividad urbana es la diferencia entre el ingreso de mujeres y hombres profesionistas. En este sentido hay que señalar que las carreras a las que ingresa un mayor porcentaje de mujeres son: Formación docente preescolar (97.4%), Formación docente para educación inicial o especial (88.8%), Trabajo social (88.7%), Orientación educativa (85.9%), Enfermería (84.8%), Rehabilitación física (76%), Psicología (/5.8%), Didáctica y pedagogía (75.5%), Diseño textil, de objetos e interiores (72.9%), Ciencias de la educación (69.9%) y de manera general corresponden, en su conjunto, a las carreras peor pagadas.

Por último, hay que considerar que se presentan cambios demográficos en México que conforman una tendencia global, de manera particular se espera que la población de personas mayores a 60 años alcance el 22% de la población mundial. En México esta población crece a un ritmo más acelerado que la población total; en 2015 este grupo de la población llegó a los 12 millones de personas, equivalente al 10% de la población total, superando por primera vez al grupo de los niños de entre 0 a 4 años. Si las tendencias de fecundidad y mortalidad continúan, se esperaría que en 2050 los adultos mayores lleguen a representar 25% de la población, alcanzando poco más de 40 millones de personas.

Como se observa, el panorama a futuro es sumamente complejo y, por esta razón el diseño de las políticas educativas deben considerar su estrecha relación con las políticas económicas y productivas de una entidad, solo así se para poder generar una sinergia de complementariedad, cuyo objetivo principal sea no solo el incremento de la productividad, sino el de propiciar una mayor movilidad social a través de la educación.