En un curioso episodio de la historia, en el año 1880, el General Gaspar Sánchez Ochoa apareció como propietario del volcán Popocatépetl. Este peculiar personaje buscaba aprovechar al máximo las riquezas de azufre que se encontraban en el volcán.
En 1883, en asociación con una compañía estadounidense, se organizó la venta del volcán y se estableció una fábrica de ácido sulfúrico con el objetivo de abastecer a la Ciudad de México y a otras ciudades a las que llegaban los ferrocarriles. Parecía que el volcán se convertiría en una fuente de recursos económicos significativos.
Sin embargo, en 1902, el General Sánchez Ochoa presentó un proyecto de teleférico ante la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, pero la llegada de la Revolución interrumpió todos los planes y proyectos relacionados con el volcán.
No fue hasta el año 1935 cuando el presidente Lázaro Cárdenas declaró el área que comprende a los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl como Parque Nacional. Esta decisión marcó un hito importante en la conservación y protección de estos imponentes colosos naturales.
Hoy en día, el volcán Popocatépetl es reconocido por su belleza y también por su actividad volcánica. Se ha convertido en un atractivo turístico y en un recordatorio de la importancia de preservar nuestra riqueza natural.
Aunque en algún momento tuvo un dueño, el Popocatépetl ahora pertenece a todos los mexicanos y al mundo entero, como un valioso patrimonio natural que debemos proteger y admirar.