El Derecho a la Ciudad
DISPUTA POR EL ESPACIO PÚBLICO
Salvador García Espinosa
En septiembre del año pasado las autoridades de la CDMX retiraron la escultura de Cristóbal Colón, que se ubicaba sobre la avenida Paseo de la Reforma; este hecho desató una disputa por el espacio de la glorieta, entre quienes se oponían a que las autoridades colocaran una escultura denominada Tlalí, en honor a la mujer indígena, y los colectivos sociales que se apropiaron del espacio para indicar que: “Este lugar es desde ahora la Glorieta de las Mujeres que Luchan y estará dedicada a aquellas que en todo el país han enfrentado las violencias, la represión y la revictimización por luchar contra las injusticias”. Como posesión simbólica instalaron una estatua en honor a “las mujeres que luchan”, misma que aún permanece en el sitio.
El pasado día 24 de abril se retiró por parte de las autoridades la palma que desde hace casi un siglo se encontraba sobre una de las glorietas de Paseo de la Reforma, y que en sus inicios se sembró de forma temporal, pues el lugar estaba destinado a albergar un monumento a Miguel Hidalgo y Costilla que nunca se instaló, y la palma se convirtió en un ícono de esta importante avenida, incluso el colectivo social lo denominó “Glorieta de la Palma”.
Como resultado de una encuesta vía internet a la que se convocó para decidir qué especie de árbol sustituiría a la palma, el pasado 5 de junio se plantó un ahuehuete, pero familiares de personas desaparecidas, que a decir del propio gobierno suman más de cien mil, llevaron a cabo un acto de apropiación del espacio para renombrarlo como “Glorieta de las y los Desaparecidos”. Con el objetivo de hacer visibles las ausencias de sus seres queridos, se inauguró el Jardín de la Memoria y un tendedero de protesta, ubicado en la misma glorieta. En sus propias palabras se busca: “un símbolo de la ausencia constante que se vive en miles de hogares…como recordatorio de las miles de personas…, que el Estado no ha querido buscar…, y como un espacio de encuentro, de memoria y exigencia de justicia”.
En el caso de la Glorieta Colón, la jefa de gobierno de la CDMX declaró en favor de la escultura Tlalí que, había recibido muchas cartas pidiendo un gesto con las mujeres indígenas, y que este será un reconocimiento milenario y actual, el centro de la ciudad es el centro de nuestra historia. Para el caso de la Glorieta de la Palma, a propósito de la petición de los colectivos sociales señaló que: “No puede ser que un grupo de personas esté por encima de la votación de la gente”.
Para todos es innegable que la avenida Paseo de la Reforma en la CDMX es uno de los espacios más representativos del País; sus esculturas, glorietas y elementos diversos se encuentran ubicados de forma estratégica, de acuerdo a un discurso oficial sobre la historia de México, entonces es válido cuestionarse: ¿Por qué la disputa por la resignificación de los espacios que por años han permanecido son conflicto?
Un primer camino para encontrar respuestas puede ser lo planteado por el sociólogo francés Henri Lefevbre, quien a propósito del valor de la apropiación, señala que, se funda en la reivindicación de un derecho a la ciudad, que tiene todo habitante, pero que ejerce como consecuencia de la segregación de los privilegios políticos, en que no participa y por lo que considera legítimo reivindicar el derecho a apoderarse, encontrar y reunir lugares y objetos que responden a determinadas “necesidades”, no tenidas en cuenta y a determinadas funciones menospreciadas.
Se debe iniciar por comprender que no todos se sienten incluidos en el discurso oficial plasmado en el espacio público de Paseo de la Reforma y que, si bien había permanecido intocable, al momento que las autoridades de la CDMX pretenden modificar, se incentiva la lucha por el poder del espacio, como una vía para obtener reconocimiento y ser incluido en el discurso de la ciudad.
Durante el siglo XIX los médicos especializados en tumores usaron el término de heterotopía para designar a los órganos que se encontraban fuera del sitio en donde se suponía debían permanecer. Este concepto entendido como “error de lugar” lo retomó Michel Foucault en 1967, para aplicarlo al concepto al territorio, y clasificar un lugar real en el que se yuxtaponen espacios incompatibles.
La heterotopía es, por lo tanto, la formación de espacios diferenciales a través de sistemas simbólicos y políticos de control social, en constante interacción entre lo simbólico y lo político en el espacio. En otras palabras, donde “lo que se dice” y “lo que se hace” se entrecruzan y perpetúan a través de la memoria colectiva, que al final de cuentas resulta ser la legitimadora o detractora de los motivos que justifican este tipo de espacios heterotópicos.
Foucault clasifica e identifica las posibilidades del concepto, y señala como “heterotopías de crisis” aquellos lugares considerados privilegiados, sagrados, reservados, y que parecen estar prohibidos para quienes viven en un estado de crisis, como podrían ser: los adolescentes, las mujeres, los ancianos etc. En nuestro caso, explicaría que la contraparte de las autoridades sean colectivos sociales que luchan manifestar un orden social alternativo.
Los lugares se encuentran asociadas a cortes del tiempo, y empieza a funcionar plenamente cuando los hombres se encuentran en una especie de ruptura absoluta con su tiempo tradicional. Esto es lo que parece ocurrir cuando las autoridades intervienen en las glorietas ya citadas y “rompen” con el discurso tradicional, contenido en el concepto espacial y temporal que se sintetiza bajo el imaginario de “Paseo de la Reforma”.
Desde esta perspectiva, habría que visualizar que las autoridades de la CDMX parecen pretender reescribir un discurso distinto al existente en la ciudad, y saben que la vía más eficaz es el espacio público. Sin embargo, es por excelencia un espacio en conflicto entre el uso, la ocupación y el control de aquellas actividades consideradas aceptables y adecuadas por parte de quien legitima lo público, y aquellas las actividades consideradas inaceptables e inadecuadas por parte de la sociedad que se siente excluida, y quienes buscan legitimar sus acciones a través de la ocupación del espacio.
Aquí se aborda el caso de dos espacios (glorietas), pero es inevitable señalar que urge una reflexión más profunda sobre lo señalado, toda vez que es necesario no solo explicar, sino comprender, la verdadera dimensión de los denominados “antimonumentos” que se han instalado sobre Paseo de la Reforma, como el correspondiente a los 65 mineros sepultados en Pasta de Conchos, el de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, el dedicado a la memoria de los 72 migrantes masacrados en San Fernando, el de 49 niños fallecidos en el incendio de la guardería ABC, y muchos otros que se han ido haciendo presentes en el espacio público.
Los casos anteriores son solo algunas evidencias de la lucha entre autoridades y grupos de la sociedad, pero que no debe limitarse a la dimensión del espacio público, sino sobre su reconocimiento en la memoria colectiva, sobre su inclusión en el discurso oficial, sobre su legitimación como parte integral del colectivo denominado ciudad, la ocupación del espacio público por la que pugnan debe considerarse tan solo la antesala para ser considerados e incluidos en el discurso oficial, que parece esforzarse por negar su existencia.