
El Derecho a la Ciudad
OBRAS SON AMORES Y NO PROMESAS
Salvador García Espinosa
Un refrán popular señala que Obras son amores, y no buenas razones para expresar que el amor verdadero se expresa con acciones y no con palabras, por bien fundadas que estén. Este refrán propone observar la claridad y veracidad de las acciones, es decir las obras concretas, solidarias, oportunas y desinteresadas como prueba de amor. En el actual proceso de campañas electorales, podría parafrasearse el refrán y afirmar que Obras son ciudad y no promesas.
En la mayoría de los casos, la obra pública resulta ser la concreción de las administraciones municipales o estatales, las obras realizadas son vistas como la huella indeleble que dejará la administración en turno. Así los ciudadanos hemos visto, con el pasar del tiempo, no sólo la modernización de equipamientos como escuelas, bibliotecas, hospitales, teatros, escuelas, la ampliación de calles y avenidas, sino además la introducción de infraestructura básica como agua potable y drenaje.
La primera condición a cumplir por la obra pública, no es sólo satisfacer las demandas que se le presentan, pues eso equivaldría solo a cubrir el déficit, sino que debe cumplir con el propósito de construir la ciudad a futuro, de marcar las tendencias que la ciudad deberá seguir en su crecimiento y desarrollo.
El propósito inicial, que puede ser considerarse como bueno, a fin de que los gobernantes se preocuparan por ir “construyendo” la ciudad y no sólo administrándola, parece haberse contaminado con diversos factores. Tal vez, el primero de ellos sea la visibilidad de las obras, pues comenzaron a privilegiarse las grandes obras, generalmente de edificios y relegando obras menos visibles como la introducción de infraestructura para distribución de agua potable, conducción de drenaje, telecomunicaciones, presas o perforación de pozos, entre otras muchas obras necesarias y en ocasiones prioritarias, aunque poco visibles a los ojos del ciudadano común.
Otro aspecto, tal vez el de mayor impacto negativo ha sido que, la realización de obra pública se vio como una fuente extraordinaria de ingresos extraordinarios, cobrando a las compañías constructores un porcentaje de la obra, por el hecho de haberse visto “beneficiadas” con la asignación de la obra. Esta nefasta práctica conlleva a la imposibilidad de exigir el cumplimiento en tiempo y forma de la obra, pues el constructor se ve en la necesidad de bajar calidad o alcances de la obra, para compensar la comisión solicitada. Se conoce por l prensa, que incluso han llegado al extremo de concursar y asignar a compañías constructoras obras que nunca se realizaron.
También el pretender privilegiar a propietarios en particular, antes que a la ciudadanía en general ha sido práctica común. Sólo así pueden explicar un sinnúmero de obras que se realizan de forma aislada, en una determinada colonia o tramo de calle, sin que generen beneficio social o que resuelva una de las muchas problemáticas existentes en la ciudad, pero sin duda que incrementan la plusvalía de algunas propiedades en particular. Existe el caso contrario, en que la prolongación de los tiempos de ejecución de la obra, no parecen contemplar que la falta de accesibilidad provoca, en la mayoría de los casos el cierre temporal de comercios y negocios e incluso su quiebra financiera, no se realizan obras por tramo, sino que se pide la ejecución total de la obra, aunque con esta modalidad se afecten más negocios y por más tiempo.
La relevancia de la obra pública para una ciudad debe ir más allá de sus montos de inversión, deben ser consecuencia de un proyecto de ciudad, que la mayoría de las veces no se logra durante una administración y se requiere dar continuidad por varios presidentes municipales o gobernadores. Desafortunadamente existe una constante falta de congruencia entre los instrumentos de planeación y las obras realizadas, como evidencia nuestra ciudades y Morelia no es la excepción, constituyen un amplio muestrario de buenas intensiones, de las diferentes visiones o proyectos que sobre la ciudad se han tenido. Sin que existe obligatoriedad de dar continuidad a las obras.
Como consecuencia de lo anterior, tenemos secciones viales con carriles laterales, pero solo en un tramo, pues la siguiente administración autorizaron construcciones sobre lo que pretendía ser el espacio destinado a vialidad. En algunas colonias hay calles con banquetas amplias y otras sin banqueta e incluso sin pavimentar. Son frecuentes las calles que no llevan a ningún sitio, pues se autorizaron fraccionamientos sin la obligatoriedad de dar continuidad a las calles colindantes.
Por todo lo anterior, ahora que nos invaden con propuestas de gobierno, cuando escuchamos que se tienen las soluciones a todos los problemas que nos aquejan, convendría preguntar ¿Qué obras se pretende realizar y porqué?
Hoy más que nunca, sería muy oportuno conocer que obras están implícitas en las propuestas de gobierno, porque en el discurso se escuchan bien, pues seguramente se ha analizado la redacción, el juego de palabras e incluso la rima; pero en la realidad, luego se inician obras que duran más del tiempo programado, que no presentan la calidad ofrecida y lo que es peor, no solucionan el problema que supuestamente les dio origen.
La realización de toda obra, demanda planeación para su correcta ejecución. La mayoría de las veces no se diseñan ni siquiera las rutas alternas que deberá seguir el transporte o los transeúntes. Cuantas veces pasamos por las obras y vemos que no hay trabajadores y la maquinaria que estaba presta para iniciar el día del banderazo de inicio, ahí sigue sin moverse. Ni siquiera se conoce la fecha de terminación de obra. Convendría mucho pedir a los candidatos su listado de obras a realizar o mejor aún, informarles que existe una serie de obras pendientes por realizar, para que ni siquiera tengan que inventar nuevas, sin antes ejecutar o terminar las pendientes.